El trabajo del terapeuta en época de pandemia – Lic. María Patricia Sánchez

Este año sin duda ha sido y es un año particular. En el contexto de lo que trajo el Covid 19, todo el mundo sufrió modificaciones en lo cotidiano, las actividades laborales, comerciales, expectativas personales, familiares y deseos.

Por primera vez simultáneamente en todo el mundo las personas hemos sido afectadas por las mismas circunstancias a causa de la pandemia. Hay una imagen del dibujante Tute que lo sintetiza cuando el personaje dice “Por primera vez un problema mío es de todo el mundo” (1).

Es absolutamente real, mas allá de que las condiciones de cada país, y cada sector de la sociedad difieran para poder enfrentar las consecuencias.

En el ámbito laboral la incertidumbre predominó en la primera etapa, y mucha gente comenzó a realizar su trabajo desde la casa, la modalidad “home office”. Para muchos supuso ampliar sus conocimientos tecnológicos para estar “conectados”.

Por primera vez tanto pacientes como psicólogas y psicólogos, atravesando lo mismo: aislamiento; incertidumbre frente a lo desconocido, sin saber cuánto duraría el aislamiento; también temores por los seres queridos, por lo laboral, los ingresos, la economía familiar, etc.

Sufrimos, desde el sector de la salud, al principio la incógnita sobre nuestros ingresos, ya que algunas obras sociales tardaron en reconocer prestaciones, a pesar del decreto del Poder Ejecutivo sobre la Emergencia Nacional, y las disposiciones del Ministerio de Salud de la Nación, que reconocían el trabajo on line (Teleonsultas). (2)

Ante la imposibilidad de las sesiones presenciales, en lo que se refiere al dispositivo psicológico, hubo que modificar las formas de atender. Se hizo necesario procurar tanto el profesional como los pacientes, un espacio que no estaba preparado de antemano. En este sentido implico compaginar horarios con el resto de las familias (del terapeuta y los pacientes), uso de internet y dispositivos (pc, notebook, celular) y las diferentes aplicaciones de reuniones virtuales.

En los pacientes, las necesidades de organizar espacio y horarios en sus casas para tener las sesiones, muchas veces requirió de ciertas sugerencias a fin de que pudieran sentirse cómodos y con la privacidad necesaria para poder expresarse.

Dentro de las posibilidades se trató de sostener el horario, no sólo como parte del encuadre, sino tambien como expectativa de volver en algún momento a lo presencial.

“…la escucha de las preocupaciones y de las necesidades, pero por supuesto también de los deseos, de las metas y de los sueños. …Quizás les muestre que habrá un mañana y una vida después del coronavirus.” (3)

Como profesionales, crecimos tambien en creatividad y flexibilidad.

Para quienes trabajamos cara a cara, no fueron modificaciones tan drásticas, pero para quienes utilizan la modalidad de diván, tuvieron que agudizar las formas con el fin de recrear el espacio terapéutico de algún modo. Por ejemplo: que el paciente se recueste en su casa y ambos paciente y profesional que utilicen sus celulares en la video llamada direccionados de modo de no enfocar directamente las caras durante la sesión, tratando de replicar las condiciones que acompañan al uso de diván.

Por otro lado, nos sucedió lo mismo que a todo el mundo: este “continuo” del tiempo y el espacio de trabajo sin cortes:  en un momento trabajando desde la computadora e inmediatamente conectándonos con lo cotidiano del hogar y la familia. Sin dudas un tema para tener en cuenta en cuanto a las condiciones de esta la modalidad del teletrabajo.

Tambien se contemplaron aquellas situaciones económicas y laborales que se vieron afectadas por la pandemia.

Si bien muchos profesionales tuvimos la experiencia de atender a distancia, -en mi caso atendí pacientes de la comunidad latina de los Estados Unidos hace algunos años por Skype-, esto no se compara ya que ahora las posibilidades fueron excluyentes y la única modalidad fue on line. Sabíamos que era posible, pero el contexto de pandemia transformó toda experiencia anterior que alguien pudiera haber tenido.

La pandemia puso al mundo frente a dos grandes temas: el temor a la muerte (propia, la de seres queridos) y al futuro incierto.

En los adultos mayores se plantearon desafíos contradictorios; aparecieron sentimientos de soledad junto a la necesidad de organizarse con la procura de lo esencial. El tener que pedir ayuda implicó una baja en su autonomía, pero también tuvieron exigencias de aumentarla al acostumbrarse al uso de los recursos tecnológicos (aplicaciones como zoom, jit si meet, google meet, o video llamada) para evitar el aislamiento familiar, laboral y social.

En los jóvenes lo relevante fue la ruptura de lo social: salidas, reuniones, deportes etc. En general, aparecieron significativamente síntomas vinculados a trastornos de ansiedad y miedos. Fue importante mantener comunicación con los distintos profesionales de la salud, ya que la mirada interdisciplinaria es fundamental en la concepción de unidad del paciente.

Hasta aquí las consideraciones podemos enmarcarlas en una primera etapa de la cuarentena.

En la segunda etapa del año, y luego de pasar de una medida de aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO), a una etapa de distanciamiento social en la cual se fueron ampliando paulatinamente permisos para algunas actividades comerciales, actividades profesionales, sociales, deportivas individuales, etc.; se aconsejan mantener, por ejemplo: respetar los horarios de sueño; hacerse de rutinas nuevas; realizar alguna actividad física; no escuchar permanentemente las noticias; aportar a un buen clima de convivencia; no sobrecargarse con actividades en exceso.

En lo referente a los protocolos: en el retorno a las actividades evitar las reuniones de mucha gente; recordar la distancia social no olvidar las precauciones; el regreso al trabajo presencial será un nuevo desafío al que habrá que ir acostumbrándose. Ayuda tener todo dispuesto como para lograr las medidas al llegar a nuestro lugar de trabajo y en casa tambien, para ganar seguridad en base a los cuidados.

A partir de fines del mes de julio se emite el protocolo que rige las actividades de psicólogos y otros profesionales en CABA. (4)

Lo importante es destacar que exista la posibilidad de seguir con la teleasistencia/teleconsultas, como forma de reducir riesgos, cuando la situación del paciente lo requiera. “Decidir muy cuidadosamente a quien atender en presencial, evitando exponer a quienes tienen mayor riesgo en caso de contagio, que no son sólo los adultos mayores sino una serie más de comorbilidades que incluye algunos niños” (5)

En síntesis, tuvimos que pensar a partir de lo contingente en la necesidad de reformular las modalidades de atención, quedó manifiesto que el encuadre del proceso terapéutico no queda estático ni fijo en el habitual consultorio físico.

De algun modo se hace necesario que se lleve a cabo una abstracción, un pasaje que es posible en tanto que se garantice que lo principal se mantenga. Se propicia una salida a partir del dolor, la ausencia y la perdida, en donde lo que permanece es el sujeto, el deseo, la singularidad y el trabajo analítico.

La labor terapéutica que se apoya en la evolución de la vivencia desorganizante a lo organizador, de lo problemático que produce lo continuo a lo discontinuo de la palabra: la voz del paciente.

En referencia a la voz del paciente, en algunos casos hemos sugerido la escritura en primera persona de pequeñas historias de este tiempo, como un buen ejercicio de la posibilidad del registro.

Desde la mirada profesional, tambien poder pensar procesos inherentes a la terapia (transferenciales, y contra transferenciales) será un desafío más en nuestra tarea.

Redescubrir la novedad, vislumbrar horizontes posibles y una forma ir del atravesamiento de las circunstancias a la elaboración de la experiencia fortalecedora -para ambos actores-a partir de lo que el proceso terapéutico aporta.

Lic. M. Patricia Sánchez, Psicóloga.

 

Citas y enlaces:

https://www.boletinoficial.gob.ar/suplementos/2020031201NS.pdf

Superintendencia de servicios de salud. Resolución 282/2020 (RESOL-2020-282-APN-SSS#MS) Teleonsultas:

http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/335000-339999/336020/norma.htm

Ministerio de Salud, Nuevo coronavirus:

https://www.argentina.gob.ar/noticias/recomendaciones-para-la-salud-mental

 

Algunas consecuencias psicológicas en las distintas franjas etarias – Vulnerabilidad y fortalezas – Lic. Maria Patricia Sanchez

Este artículo está enmarcado en la pandemia por el Covid 19, que ha transformado la vida al mundo entero, con consecuencias sociales, económicas, culturales. En el ámbito psicológico, se han observado manifestaciones clínicas nuevas asociadas a estas circunstancias, y en otros casos la intensificación de cuadros clínicos preexistentes.

 

En circunstancias de la medida preventiva del aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO), que se tomó en el mes de marzo en nuestro país, se priorizaron los grupos se riesgo en dos dimensiones; por edades y por enfermedades (riesgo de cuadros respiratorios, diabetes, pacientes oncológicos, y quienes tenían comprometido su sistema inmunológico).

En cuanto a las edades el ASPO se focalizó especialmente en dos grupos de modo estricto: mayores de 65 años y también niños/as, ya que podrían contagiar fácilmente a los grupos de mayor vulnerabilidad

En general la pandemia se vivió con mucha incertidumbre laboral, la alteración o suspensión de proyectos personales, en la vida social, etc.

La Facultad de Psicología de la Universidad de Bs As. (UBA), publicó un compendio de sugerencias para poder sobrellevar esta medida (mantener los horarios del sueño, no sobrecargarse con las noticias todo el día, hacer alguna ejercitación física, armarse un nueva rutina, proponerse aprender algo nuevo por internet, etc.) (1) para poder sobrellevar algunas complicaciones en el estado de ánimo que más frecuentemente empezaron a aparecer como: miedo; frustración; enojo; ambivalencia; desorganización; tristeza; soledad; aburrimiento; sensación de encierro; ansiedad.

Estas nuevas rutinas sugeridas apuntan a disponer las actividades de modo que nos permitieran regular también los momentos del día y el descanso de la noche, evitando así, tal como lo expresa Anselm Grün en su libro “Cuarentena. Cómo lograr la armonía en casa “: “(…)  la semana, el mes entero se convierte en una masa amorfa de tiempo, la vida pierde su sabor, se vuelve insípida.”

La pandemia volvió a hacer visible la muerte como posibilidad fáctica. La idea de muerte que en esta época la sociedad ha tratado de suprimirla o “disimularla”- idealizando la eterna juventud-, o negándola como hecho natural.

A partir del momento en que apareció este virus, también llegó el miedo al contagio y a la muerte como una amenaza real, ya sea a la propia muerte como a la pérdida de un ser querido: “…la amenaza de la enfermedad y de la muerte, el sufrimiento por nuestro desamparo” dirá Grün.

Los necesarios protocolos vienen a modificar hábitos (lavado de manos, limpieza con lavandina de las superficies, dejar el calzado afuera al ingresar a las casas, el uso obligatorio del barbijo, etc.) para el cuidado de sí y del otro/a. En este sentido se hace relevante la práctica de reciprocidad, solidaridad, y el concepto de “Nadie se salva solo” como dijera el Papa Francisco (3), o en el mismo sentido Grün: “… cómo toda la sociedad quiere superar esta crisis en común. Actúan de acuerdo con la siguiente fórmula: «me protejo para protegerte»”.

En la observación de la clínica, en algunas personas en función de los protocolos mencionados, se potenciaron comportamientos obsesivo –compulsivos.

Transcurridas las primeras etapas, y al extenderse los plazos de la medida, entre el temor y el escepticismo, algunos rasgos de personalidad que hicieron más persistentes.

En los meses de marzo y mayo, la Facultad de Psicología hizo dos relevamientos entre la población y concluyó que se presentaron como síntomas principales asociados a la pandemia: ansiedad; desanimo/ depresión; insomnio o trastornos en la continuidad del sueño reparador, o exceso en las horas de sueño (4): «Dormir más de lo habitual es considerado un síntoma depresivo atípico que suele acompañarse de falta de interés por el mundo externo y baja autoestima. La huida al mundo del sueño parece ser un recurso frente a la frustración de la vida en cuarentena», precisó el estudio en sus conclusiones. En tanto sostiene el artículo que la búsqueda de ayuda profesional fue menor al 10%, en tanto que, frente a esos síntomas, aumentó el recurso de medicación y/o alcohol.

Cobró importancia por excelencia la tecnología para recuperar de algun modo la comunicación y el “contacto”.

En el ámbito profesional psicólogos y psicólogas comenzamos a utilizar el trabajo on line, o las clases virtuales en remplazo del dispositivo presencial. Las distintas aplicaciones de reuniones/ conferencias, o video llamadas sirvieron para mantener la atención terapéutica a los pacientes y hacer frente a la imposibilidad de concurrir al consultorio.

En las personas que conforman el sector laboral activo de nuestra sociedad, la incertidumbre fue lo más palpable que se registró en la pandemia. Aparece la opción del teletrabajo, lo cual también trajo la dificultad de no tener el necesario “corte” entre el trabajo y la dinámica del hogar; además de otros factores que requieren de la regulación formal de esta nueva modalidad.

En las personas mayores comenzaron a manifestarse algunas sensaciones y emociones como sentimientos de angustia por no poder ver a sus hijos o nietos. También al perder autonomía y empezar a depender de familiares o personas vecinas para sus compras de alimentos y medicamentos afloraban (en varios casos) sensaciones de poca valorización de sí. En los casos más severos, -donde existía alguna base preexistente- encontramos cuadros de tristeza, desorganización, reactualización de duelos patológicos.

En el otro extremo etario encontramos a los niños y las niñas: el encierro y la suspensión de las clases presenciales, generó una pérdida de su espacio compartido con pares, es decir del intercambio social.

Si tomamos conciencia de que esta situación provocada por la pandemia es transitoria, no definitiva, podemos empezar a ver qué cosas pueden colaborar frente a estos ánimos y desánimos.

En las personas mayores, tiene importancia el cuidado del sueño reparador y de la alimentación, pero también la comunicación con video llamadas, o aplicaciones donde puedan verse con sus seres querido, o contar algún cuento a sus nietos/as, apoyarse es sus talentos o habilidades, y proponerse una meta o proyecto.

En la práctica profesional se observó en esta franja etaria que la necesidad de comunicación o de sostener una terapia, fue el motor para que gente mayor aprenda o mejore el uso de la computadora, o el WhatsApp.

En los niños/as, ocurre algo inédito que es contar con la presencia física de los padres en la casa, cosa que, en el ritmo de vida laboral de los padres, generalmente pasan muchas horas entre el colegio, actividades extraescolares, o a cuidado de abuelos, o de niñeras.

El aburrimiento o el stress pueden ser dos consecuencias de la falta de motivación, o de un exceso de actividades escolares (en ocasiones las tareas enviadas o en los blogs de las escuelas superan lo que es posible realizar y aprehender por el niño/la niña). Es un error pretender que los padres reemplacen a los docentes, y a veces pueden verse sobrepasados, por eso es importante destacar que respetando ese vínculo (alumno – docente), la familia funcionara como puente. También pueden ser facilitadores responsables para que por medio de las herramientas virtuales los niños/as realicen algún encuentro con sus pares.

En casos severos, puede presentarse un retraimiento, depresión, ansiedad, lo cual requerirá de consultas a profesionales pediatras en primer lugar para evaluar posibles derivaciones.

En el caso de los niños/as en general es necesario crear condiciones de escucha y de espacios propios, entender los tiempos de atención de los niños, ayudarlos en el sostén de rutinas que sirven como organizadores de tiempos en la dinámica personal y familiar. Son consideraciones importantes: fortalecer su autonomía a partir de nuevas enseñanzas y posibilidades; y en las dinámicas y actividades de la casa que sean copartícipes en la organización y las tareas. Un reconocido psicopedagogo italiano, Francesco Tonucci, propuso transformar la casa en un “laboratorio”, reemplazar el eje de las tareas escolares convencionales por aquellos aprendizajes que pueden hacer en este tiempo junto y con la supervisión de alguna persona adulta: cocinar, lavar, revisar algun álbum de fotos, aprender sobre tradiciones familiares, y registrar a modo de “diario” estas experiencias de la cuarentena. (5)

 

La adolescencia, en sí misma es una etapa de cambios, externos e internos, de inestabilidad en los estados de ánimo, donde pueden vivirse con angustia e incertidumbre, en general también hay una cantidad de actividades que los jóvenes llevan a cabo, ¿qué ocurre con este tiempo real y con la vida social? Las horas junto al grupo familiar, la convivencia y la necesidad de contar con momentos de espacio y tiempo propios son fundamentales. Quizás sea práctico organizar que dentro de los espacios que disponga la casa, se contemplen momentos de exclusividad.

En esta edad pueden presentarse cuadros de depresión y de trastornos alimenticios en cuadros severos.

Seguramente más allá de la edad, comprendemos la importancia de una buena convivencia, mayor tolerancia, comprensión y distribución de tareas.

Quería subrayar que no sólo podemos hablar sobre la vulnerabilidad, sino también ver las posibilidades y fortalezas desde donde apoyarse en este tiempo complejo.

El aprendizaje en lo práctico y en lo reflexivo, y la suficiente capacidad de adaptación a esta nueva realidad y a los desafíos que nos toca enfrentar, son las claves que nos permitirán:  transformar los límites en horizontes.

Lic. M. Patricia Sánchez, Psicóloga.

Citas y enlaces:

El Ciberespacio… un lugar de encuentro – Lic Gabriela Benedetti

Las redes sociales representan nuevos espacios de relación para los adolescentes constituyendo espacios relevantes de sociabilización y de intercambio, en los que se generan procesos de identificación, expresión, pertenencia entre otros.

Lleva consigo maneras de percibir, de sentir, de jugar y de estar juntos.

Plataforma donde se ponen imágenes, textos y audios; estrategias para decir quiénes somos ante los demás.

     INSTRAGRAM…para la identidad estética

     SNAPCHAT…relatos que se desean contar

     TWITTER…espacio de opinión y de contacto con personalidades publicas

Estados del WHATSAPP…para contar cómo me siento.

     WATTPAD…sitios digitales para contar historias.

     Un AVATAR…para crear la identidad digital.

Julián Varsavsky y Daniel Wizemberg, ambos cronistas argentinos escriben en su libroCorea: Dos caras extremas de una misma nación”, los alcances del consumo digital y su impacto en los jóvenes.

Tras el Mundial de Futbol 2002, Corea del Sur encuentra su veta en la ciencia ficción, la automatización, la realidad virtual, y la simulación.

Lo digital pasa a ser moda y obsesión. Comienza la era de una sociedad desmaterializada.

El objetivo es que las cosas no sean lo que son, sino simulen lo original. La informática reemplaza a la realidad, que se vea, pero no se toque.  La réplica equivale a la perfección y la gracia está en esa confusión.

Asistimos a una sociedad que tiende a desmaterializarse. La fantasía futurista es que algún día lo que existe se trasmute en un matriz digital.

El imaginario coreano apunta a un mundo simbólico de seres y objetos que pierden materia, una percepción regida por una tactilidad donde se pueda ver e interactuar, pero no tocar salvo a través del mousse, que también desaparecerá por tecnologías que reconozcan la voz.

En este país se estudia frenéticamente como suprimir la sustancia.

El lugar por excelencia de relax para los adolescentes coreanos es el PC Bang, cibercafés. Son 22000 en todo el país, abiertos las 24 horas. Son centros de sociabilización donde compiten los adolescentes. Se destacan por su talento adquirido en miles de horas de juego y son fichados para integrar equipos profesionales y participar de Olimpiadas del ciber espacio, es casi la única evasión del estudio para los adolescentes. Se la nombra como “intoxicación digital “es decir una sobredosis de navegación digital.

Esta situación despierta en ellos euforia sensorial, produce disfunciones perceptivas donde no se distingue la realidad física de la virtual, confundiendo el adentro y el afuera de la pantalla. Pierden la noción de tiempo real en favor del digital donde todo ocurre más acelerado, tan vertiginoso que desaparece la idea de pasado y futuro, se vive en un presente continuo. Dentro de la pantalla participan de cibercombates grupales.

La droga no es química sino digital, adolescentes que pasan entre 10 a 15 horas mirando una pantalla. Se busca que vuelvan a socializarse cara a cara con contacto físico.

La ciberadicción generó que en los Hospitales se cuente con un “Departamento. de Terapia de Realidad Virtual” orientado a regresar al paciente a la vida analógica.

En los Hospitales Internet se le ofrece jugar al ping pong, las cartas, caminar, dibujar y colorear sueños, meditar, escribir una poesía y mucho deporte “físico”.

Se busca que vuelvan a socializar cara a cara con contacto físico recuperando la idea de que es posible divertirse en el mundo real y vivir sin tanta tecnología.

El síndrome de abstinencia al principio es fuerte, después la ansiedad cede y el siguiente paso es disociar entre lo real y lo virtual por eso hacen ejercicios de escalada, salto al vacío con un arnés para que vuelvan a sentir ya que en la pantalla desaparecen los sentimientos.

Se apunta a la revalorización de la vida, a sentir, a encontrarse consigo mismo, a descubrir un otro, a volver a conectarse con el mundo real.

María Gabriela Benedetti

Psicopedagoga – Consultora Psicológica

 

La integración del pensar, sentir y actuar en la formación de valores. Una propuesta de intervención -Lic. Adriana Rada

INTRODUCCIÓN

El propósito del presente trabajo es reflexionar acerca de cómo la escuela y específicamente la escuela católica intervienen en la formación de valores. La coyuntura social actual hace que esta temática sea fuente de creciente debate en ámbito educativo porque son numerosos los cuestionamientos y muchas las dudas que surgen respecto de cómo encarar la formación de valores en la escuela. Atendiendo al propósito del presente trabajo, me interesa instalar aquí algunos cuestionamientos: frente a la urgencia de los acontecimientos habituales que suceden en las escuelas (peleas, perdidas de útiles, discusiones, incumplimientos, etc.) ¿Cómo tener en cuenta la afectividad, el nivel evolutivo, la historia personal de cada chico, la dinámica grupal y la situación que genera la conducta emergente, para dar una respuesta que sea motivo de transformación en función de los valores sustentados?

La pregunta anterior implica en sí misma un desafío que lleva implícito otro aspecto que es necesario no soslayar: ¿cómo integrar los factores antes mencionados sin desconocer los límites de la realidad: diferentes modalidades, disposiciones y aptitudes personales del personal involucrado; escaso tiempo disponible y la urgencia por la resolución de las situaciones emergentes?

 

El trabajo psicopedagógico en una institución educativa está relacionado con la educación aportando toda contribución que la facilite y enriquezca. De ahí la imposibilidad de soslayar dichas preguntas para encontrar respuestas y soluciones a las mismas. Los intentos de responder a los interrogantes mencionados desde los diferentes ángulos que integran la mirada  psicopedagógica me llevan a la concepción clara de la imprescindible integración de los aspectos cognitivos y afectivos en toda intervención orientada a la formación de los valores.

Por ello, el presente trabajo plantea la problemática de los valores en la escuela sosteniendo como tesis la necesidad de integración  del pensar, sentir, y actuar. El desarrollo del trabajo buscará entonces, en una primera parte, fundamentar teóricamente la tesis antes mencionada. Posteriormente, la segunda parte se propone, a través del relato de una experiencia, presentar una propuesta de intervención que buscará mostrar qué estrategias se consideran eficaces para concretar en la práctica docente la propuesta teórica desarrollada.

1ra. Parte: LA FORMACION DE VALORES

Plantearnos la formación de valores nos impone cuestionarnos inicialmente qué son los valores. Por ello, considero adecuado partir de la clarificación de algunos conceptos; en este caso poder avanzar sobre las repuestas a las siguientes preguntas: ¿qué son los valores? ¿por qué son necesarios? ¿cuál ha sido el devenir histórico que ha derivado en el actual contexto social-cultural? ¿qué particularidad le impone dicho contexto a la problemática de los valores? Indudablemente, las respuestas a estos interrogantes podrán establecer las definiciones que son necesarias para abordar desde qué concepción entendemos la formación de valores.

Según Onetto (1997) los valores ejercen un atractivo que orientan la conducta y despiertan adhesión profunda porque vienen a responder a aquellas necesidades últimas del ser humano que, por lo tanto, reclaman una respuesta. Desde  que nace, el Hombre, ya capaz de comprender y pensar se descubre complejo. Liberado del instinto, se descubre con diferentes opciones para actuar. Con deseos, se plantea metas. Con diversas sensaciones; de acercamiento, rechazo, cooperación, límites; se pregunta por el otro. Con la posesión del medio, se plantea la responsabilidad sobre el cuidado de la naturaleza.  Son varias las tareas que  debe resolver. Son varias las necesidades a las que debe dar respuesta. Así surgen los valores que son criterios que el ser humano va construyendo para dirigir su acción, para resolver las necesidades inamovibles de la existencia humana: la identidad, la relación con el otro y la libertad.

El autor antes mencionado hace un interesante recorrido por la historia de la humanidad en el siglo XX para dar cuenta del escepticismo actual sobre la construcción  de los valores. La experiencia de nuestro siglo ha estado marcada por proyectos colectivos que han tenido una extensión nunca vista en la historia. Solo el hecho de que la humanidad haya pasado por dos guerra mundiales, nos prueba que una gran masa de seres humanos se había alineado de algún modo con respecto a los bandos en disputa. Aún aquellas naciones aparentemente “no alineadas”, estaban fuertemente implicadas en el aspecto económico y comercial del conflicto. Ahora bien, aquellos bandos en lucha hacían apelaciones fuertemente valorativas, tanto que adoptaban un contenido utópico: se luchaba por “una nueva era de la humanidad”, “por la libertad”, ”por el retorno de los tiempos imperiales”. En realidad, ninguna guerra masiva puede efectuarse sin apelar a utopías y a contenidos fuertemente valorativos. Las guerras de mercenarios, aquellas en las que el interés económico deja de ocultarse y se hace manifiesto, no son guerras masivas. Para movilizar a los pueblos a poner en juego sus vidas no sería suficiente prometerles una paga abundante. Terminadas aquellas guerras, la humanidad pasó a estar embarcada en otros agrupamientos masivos: la distribución internacional entre los bloques capitalistas y comunistas. Esta distribución también se sostuvo en nombre de valores colectivos. Todos sabemos que  los intereses económicos estaban en la primera fila de las decisiones político-militares que se jugaron entre los dos bloques, pero esto era sustraído cuidadosamente del discurso público. La legitimación de las luchas sangrientas de la segunda mitad  de nuestro siglo siguió transitando por el carril de los valores:  “fin  de la opresión de los trabajadores”, “defensa de la libertad y la democracia”, etc.

En conclusión, los pueblos fueron movilizados en nuestro siglo por grandes proyectos utópicos y de valores. El  caudal de sangre derramada, de frío, hambre y dolor, de cuerpos mutilados, de vínculos destrozados, de mentes perturbadas irremediablemente por esa historia reciente, es tan inconmensurable, que la imaginación se nos encoge de terror con solo intentar otorgarle alguna representación. La mirada sobre este costado lacerante de la historia se llena de perplejidad y de estupor cuando se vuelve hacia el panorama internacional de nuestros días y puede ver a los antiguos enemigos unirse en nuevas y desconcertantes alianzas. Las banderas que convocaban a la lucha han sido arriadas silenciosamente. Pero lo más hiriente para la conciencia es que sería muy difícil encontrar manos convencidas para volver a enarbolarlas. Es decir, no se trata sólo de una derrota en la que los vencidos guardan sus banderas hasta la próxima oportunidad. Aquí no solo hay vencedores y vencidos , sino que ya no hay convencidos. A nuestro entender no se ha producido solo un cambio en la relación de fuerzas económicas y militares entre los bandos en conflicto, se ha producido un cambio en las certezas. Parece haberse verificado algún contacto colectivo con los límites del poder humano. Se descubrieron las carencias y los vacíos que tenían aquellos proyectos. La mirada asomó al otro lado de las cosas y los campos enfrentados ya no aparecieron tan alternativos.

Las banderas no sólo fueron arrancadas por el vencedor, todas las banderas parecen haber caído por el peso de su propia falsedad, no ha habido auténticos vencedores porque las derrotadas fueron las propuestas valorativas.

1.1 – El contexto socio-cultural actual

A lo largo de la historia de la humanidad los valores han ido cambiando  según  la concepción imperante de hombre, la ideología del grupo social de pertenencia y la del grupo social de poder. Lo analizado en el apartado anterior ofrece una interpretación acerca de la “crisis actual de los valores”. No obstante, la realidad actual también nos muestra las consecuencias desde el atravesamiento del desarrollo tecnológico y de la globalización económica provocada por el neoliberalismo. Todos los factores mencionados conforman nuevos marcos socio-culturales que inciden en la estructura familiar y que pueden ser descriptos con la siguiente caracterización:

* Nuevas constelaciones familiares, a veces muy complejas, y no siempre estables en el tiempo.

*Nuevas realidades socioeconómicas:

  • Padres varones sin trabajo, deprimidos o disminuidos en su valoración personal y /o Madres ansiosas.
  • Dificultades económicas.
  • Jornadas extensas de trabajo y por consiguiente ausencia de adultos en el hogar. Permanencia del niño mucho tiempo frente al televisor o en la calle. Padres agotados que no tienen fuerzas ni ganas de “educar” en el escaso tiempo que están con sus hijos.
  • Absorción indiscriminada de los estímulos propuestos por los medios. Escasez de dialogo familiar.

í Nuevas concepciones de los roles de padres e hijos:

  • Absorción masiva por parte de la familia de la ideología circundante. Ausencia de pensamiento crítico. “Si lo hacen “todos” es bueno”.
  • Pautas cambiantes: lo que está mal hoy  puede no estarlo mañana.
  • Subjetivismo moral. Por ej.: No hay que robar, pero si el otro fue injusto está bien hacerlo.
  • Confusión entre los conceptos de crianza y educación. Se cría pensando que se educa.                                                                                                                          usencia de proyecto formativo de valores en los hijos. Se advierte en la expresión por lo negativo: “que no sea ladrón”, que no sea mala persona”.
  • Ausencia de un proyecto formativo de valores en los hijos. Lo definen por lo negativo: “que no sea ladrón”; “que no sea mala persona”.

í Nuevas ideologías.

  • Discursos vacíos de sentido. Lo que se dice no es lo que se hace, o se dice una cosa y se aceptan modos de proceder opuestos.
  • Acepciones diferentes a conceptos tales como libertad, honradez. Así por ejemplo, Distinguir pasa a ser discriminar.
  • Rechazo al límite y la normativa. La autoridad es asimilada con el autoritarismo.
  • Ausencia de toda certeza y seguridad en el juicio sobre lo verdadero y lo falso, lo recto y lo no recto.
  • Dirección de los comportamientos. Modalidad serpenteante, hoy puede tomar una dirección y mañana la contraria. No hay proyectos, sino acuerdos provisorios en función de intereses compartidos.

1.2 – La escuela y los valores

Las dificultades que el contexto social y cultural actual añade a la tarea educativa, acentúa la urgencia de la escuela por ser transmisora de valores. En mi tarea como psicopedagoga me confronto con situaciones cada vez más complejas. Cada vez son más los alumnos que sufren. Cada vez son más las familias que sufren. Muchos de estos sufrimientos están relacionados con crianzas familiares con marcadas dificultades en el establecimiento de pautas, normas, confusión de criterios y de valores. Frente a esto, la inversión emocional que docentes, directivos y profesionales “psi” deben desplegar para contenerlos es cada vez mayor y proporcional a la gravedad creciente de los mismos.

Históricamente el niño complementaba su educación en la escuela. La indicación del maestro era palabra de autoridad ante la familia, quien la refrendaba y por consiguiente, permitía que el niño captara y acatara la unidad de criterio entre los adultos. Esta modalidad no se observa en nuestros días, especialmente en aquellos padres que son los notificados de algún incumplimiento de su hijo (déficit de rendimiento escolar, dificultades en la observancia de las pautas de interacción grupal, etc.). En general, las anécdotas contadas por el personal docente y directivo, son del mismo tenor:” Hable con la señora Fulana, informándole que su hijo, Fulanito,  no hacia las tareas de investigación de Ciencias, y le pedí su colaboración para modificar esto.” La madre llama a su hijo y le repite lo dicho por la maestra en presencia de ella, y le pregunta si es cierto que no cumplía con las tareas. El niño desmiente a la maestra. La señora se vuelve hacia ella y la confronta. “Él dice que no”. En numerosos casos los padres de niños que presentan algún tipo de dificultades se “alinean” al lado de sus hijos en contra de la maestra, “¿Como no le voy a creer a mi hijo?” .

Pueden darse diferentes interpretaciones a esta conducta pero dos aspectos básicos son innegables: la descalificación al docente y la imposibilidad de los padres de hacerse cargo del aspecto desfavorable del hijo mostrado por la escuela. La autoridad docente, imprescindible para poder enseñar, queda depreciada frente al niño por otro adulto significativo. En otros casos, la maestra imposibilitada de conseguir sus objetivos de enseñanza, reclama y hace responsable a la familia del déficit del niño. Recíprocamente la familia hace depositaria de la responsabilidad a la maestra y a la escuela. En esta confrontación el niño queda solo.

La conflictiva de escisión y tironeo de afectos y lealtades entre padres y docentes parece ser el espejo de esas separaciones familiares controvertidas donde el hijo, nuestro alumno, es adoctrinado en rencores, seducido con regalos y promesas y/o cuestionado por un padre respecto a las conductas del otro. En dichos casos el niño, pareciera ser considerado por sus padres más un adepto a conseguir, una posesión por la que luchar, que alguien respecto a quien cuidar.

En otras ocasiones,  sin mediar problemática familiar manifiesta, madres y padres demandan recetas sobre como poner límites. Por  ejemplo, planteando con angustia, no poder evitar que su hijo de 4 años sufra y llore porque no pudo encontrar la golosina deseada a pesar de haber recorrido varios kioscos; o la angustia de un padre ante la amenaza de su hija de 7 años de irse de la casa por haberle negado un deseo.

Remarco estas situaciones como  ejemplos reales que ilustran el contexto de la educación actual que caracterizan, junto a otros aspectos, la era posmoderna. Probablemente sea esta la razón de que, en los últimos tiempos, se hayan actualizado y multiplicado las propuestas de los especialistas respecto de la necesidad de la educación en valores. A pesar de proceder de diferentes concepciones  ideológicas y confesionales, lo que caracteriza a las mismas es una postura explicativa y reivindicatoria de la legitimidad de la enseñanza axiológica.

Como lo expresa Valero García (1991) “Ninguna escuela que intente ser algo más que un lugar donde se expidan conocimientos, puede orillar la educación de los valores. La escuela que pretenda desentenderse de los valores se despersonaliza y, si se opone a la realización de los mismos, no solo renuncia a los valores sino que está renunciando a lo que entendemos ser una escuela.”

No obstante, como expresa Onetto (1997) “Los tiempos que corren en la cultura nos exigen tomar ciertos recaudos antes de empezar a considerar los caminos por los que se pueden transmitir valores en nuestros días”. Al respecto, el título de su libro “Con los valores quién se anima” es, en si mismo, un signo de los tiempos en que vivimos. Sólo en una época cultural en la que están en crisis los valores humanos tradicionales es posible que surja el tipo de pregunta que aparece en dicho título.

Cuando las culturas transitaban por sus épocas de consolidación, a las que podríamos llamar sus “épocas clásicas”, la preocupación de la gente se dirigía a “cumplir” con las normas sociales. En caso contrario, el interés estaba, al menos, en “mantener las apariencias” de cumplimiento o, en los casos extremos, tomar el solitario compromiso de la rebeldía contra el “status quo”.

En las épocas de desequilibrio e inestabilidad como la nuestra,  épocas de incertidumbre, la preocupación de la gente apunta a  sobrevivir sin tener que compararse con ningún modelo social de comportamiento establecido. No es tarea fácil hablar hoy de los valores por el poco entusiasmo para pensar en ellos o la  dificultad  en poder definir que se entiende por libertad, honestidad,  fidelidad, sinceridad, etc.

En la obra mencionada Onetto expresa algo que me interesa destacar especialmente: ”Como las  palabras no se pueden guardar en arcones o roperos, se han inventado los documentos y sus marcos conceptuales para que sean encerradas y no molesten. Porque si hay algo con lo que no nos tropezamos todos los días, es con los documentos educativos, sobre todo con sus partes teóricas o conceptuales, con las que nadie nos pide estar de acuerdo y que no nos comprometen a hacer nada concreto.

Ahora bien, ¿cuál es el desafío actual de las instituciones históricamente encargadas de la transmisión y de la educación en los valores, como la escuela y la iglesia? ¿Qué decir y, sobre todo, qué hacer para que el discurso no quede vacío? Ya mencioné como la cultura posmoderna se expresa en la cotidianeidad de la escuela. Podríamos caracterizar al posmodernismo como una cultura “del fragmento” y de la imagen que tiñe nuestros vínculos cognoscitivos, emotivos y operativos con el mundo. En esta cultura entrecortada, parcial, fragmentaria, urge rescatar un sujeto que pueda construirse integrándose, en vez de fragmentándose. ¿No es acaso un sujeto “integrado” un valor? Me interesa destacar que “integrado”  nos remite a la necesidad de no perder de vista la necesaria integración de los aspectos cognoscitivos, emotivos y operativos antes mencionados. Asimismo, la síntesis que propongo podría ser también entendida desde la integración del sujeto en sus instancias psíquicas; en su pensar, sentir y actuar; integración con los otros, en una interacción satisfactoria y constructiva; integración con su medio, para cuidarlo y mejorarlo.

Según Valero García (1991) las actitudes pueden ser consideradas en función de tres componentes correlacionados entre sí:

  • Cognoscitivos: El conocimiento es un determinante para la adquisición de una actitud. Cuanto más profundo y perfecto sea el conocimiento que tenemos de una persona o de un objeto, tanto más acentuada quedará la actitud hacia esa persona u objeto. Como se puede observar, el elemento cognoscitivo implica una posición respecto a algo o alguien. Aquí podemos incluir las creencias y los prejuicios que determinan en cierto modo las actitudes.
  • Sentimentales: El sentimiento nos vincula al objeto y provoca una actitud que puede ser positiva o negativa, de atracción o de repulsión, según sea el objeto agradable o no.
  • Dinámicos: La actitud se manifiesta en la acción. La actitud inclina a actuar de un modo o de otro.

La carencia de  cualquiera de los elementos citados desvirtuará la actitud. Un conocimiento profundo con una afectividad débil, supone una actitud floja hacia la persona u objeto de que se trate. Cuando el conocimiento es imperfecto o superficial, difícilmente se dará una afectividad intensa y menos una inclinación fuerte. Si desconozco un valor, difícilmente lo estimaré y al no estimarlo, la voluntad no lo apetecerá, no podrá admirarlo ni buscarlo.

El hombre evolucionó, también la ciencia, aportando conocimientos referidos al hombre. ¿Qué pasa con la formación de valores? Creo que la coyuntura actual nos exige pensar los posibles caminos a recorrer por la escuela para hacer frente al desafío que implica educar en los valores. Particularmente me interesa plantear en el presente trabajo la necesidad de estar atentos a la realidad AFECTIVA y COGNITIVA para favorecer el cambio ACTITUDINAL implicado en toda formación de valores.

1.3 – Una mirada evolutiva sobre los valores

El niño tiene como móvil el placer y el dolor. Se guía por las sensaciones y así comprende cómo sus valores son cambiantes. Los niños valoran lo que les gusta y rechazan todo aquello que les disgusta. De allí que un elemento principalísimo para la educación en los valores es la afectividad. Los niños descubren los valores a través de una experiencia personal, no en un discurso. Le llegan a través de otro, conocido directamente o a través de un relato o testimonio de otros. Max Scheler lo expresó así: “Los valores que están incorporados a nuestras vidas tienen siempre un nombre y un apellido, porque los hemos descubierto a través de un ser humano concreto”.

Desde un enfoque constructivista la idea del desarrollo moral no se entiende como un proceso de internalización de normas sociales, sino mas bien la adquisición de principios autónomos de  justicia, fruto de la cooperación social, del respeto a los derechos de los otros y de la solidaridad entre los niños. Pero… ¿Qué son la autonomía, la justicia, la cooperación, el respeto y la solidaridad sino valores? ¿Podrían adquirirse principios autónomos de justicia si no se los estimulara en ámbitos con esta modalidad?

Considero que el niño, desde pequeño, va incorporando el aprendizaje de los valores transmitidos, inicialmente, por sus adultos significativos. Ellos, conscientemente o no le transmiten sus códigos, su propia concepción del mundo. Como lo canta Serrat:”

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, nuestros rencores y nuestro porvenir…

Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones con la leche templada y en cada canción…” (Estos locos bajitos).

El niño va construyendo su conocimiento a través de su continua actividad y experiencia en todos los niveles: observando, preguntando, comunicándose, ensayando nuevas conductas, imitando el comportamiento de los otros, reflexionando y comprendiendo las diferentes posiciones que personas, grupos y naciones adoptan ante los mismos hechos, experimentando relaciones afectivas y amistosas, aplicando sus reglas morales, participando en situaciones de conflicto, percibiendo y asimilando el efecto de sus conducta sobre los otros. etc.

Si bien cada niño construye sus propios paradigmas; cada acción, conducta, gesto del niño genera en el adulto una respuesta ,intencional o no, una actitud de gusto o disgusto, de aprobación o reprensión, estimuladora o inhibidora. Así por ejemplo el prestar útiles a los compañeros puede ser considerado como un gesto generoso y solidario o como una conducta tonta porque los demás se aprovechan de él. En la interacción  y desde pequeño, el niño va a ir significando sus acciones como pertinentes o inadecuadas; apreciadas o rechazadas configurándose, casi sin saberlo, un sistema de creencias afectivo valorativo, que tiende a copiar el de su entorno y que también implica la concepción de si mismo y el grado de autoestima consecuente.

Estos aspectos son retomados por Kohlberg (citados por Finardi, 1995) al afirmar que los valores se van construyendo en el transcurso de la propia historia. Los sentimientos residuales de la experiencia personal sedimentan generando convicciones. En este proceso intervienen pensamiento y afectividad. Kohlberg nos llama la atención sobre la interacción de las instancias antes mencionadas: Cotidianamente entre la demanda existencial y las orientaciones prácticas se da un cotejo pensante, práctico y emotivo. La instancia de pensamiento que contiene esta historia de las convicciones madura como un pensar desde el otro (reversibilidad), y como un pensar desde el “todos” (formalidad universal).

La convicción se desarrolla, en primer lugar, comprendiendo el reverso de las acciones, es decir, el significado que las acciones propias adquieren  miradas desde el lugar del tú que está también comprometido en esa acción. Este traslado de puntos de vista es algo que sólo puede hacer el pensamiento. El siguiente paso consiste en poder pensar en el sentido que las acciones adquieren si las miramos desde la universalidad de los sujetos, si las pensamos como normas sociales. De este modo, la acción se abre desde su realidad concreta para ser repensada de un modo más formal, como norma universal. Pero hay que entender esta formalidad como síntesis de sentido y no simplemente como un mayor grado de abstracción. Es decir, se comprende que en determinadas experiencias se han verificado significados que son capaces de reunir, de dar coherencia y contenido no sólo a la propia vida personal, sino que ese descubrimiento tiene como destinatario un “nosotros” abierto para incluir un “todos”.

Asimismo, la convicción recorre  también un proceso práctico que sigue los estadios establecidos para una conducta autónoma: superación del criterio de aprobación social, superación del temor a la descalificación y al castigo, superación del criterio de interés y superación del criterio de intercambio. Cuando a través de lo que podríamos llamar la historia personal de la libertad, como historia práctica de crecimiento, se superan esos criterios convencionales o heterónomos de acción, se alcanza la autonomía práctica  que establece el lugar  en donde pueden asentarse las convicciones. Esta superación no es sólo racional, es una conquista en los hechos, porque es una conquista de la propia autonomía que está asediada no teóricamente sino histórica y socialmente. La autonomía es un poder de hecho que sólo se adquiere ejerciéndolo, sin él no hay lugar para las convicciones.

La convicción recorre la historia a nivel de los sentimientos, es la experiencia de realización práctica de una posibilidad y de satisfacción práctica de un necesidad. La mayor reserva de la convicción es una reserva de felicidad. Lo caminos que nos han hecho bien señalan direcciones válidas, es decir, valores que en su experiencia de plenitud despiertan aquel amor radical que sustenta a las convicciones.

1.4 – La formación de valores en la escuela católica

Si bien toda institución educativa contiene en su ideario la formación ética de los alumnos en los valores del respeto, la solidaridad, conciencia y responsabilidad, es en los colegios católicos donde el compromiso por la transmisión de estos valores es aún mayor por:

  1. a) La concepción antropológica del hombre como hijo de Dios.
  2. b) La relación con los otros como “prójimo”, hijos del mismo Padre.
  3. c) El Amor como forma de vínculo y de corrección fraterna.
  4. d) La creación específica de los colegios religiosos para ser formadores de cultura y fe.

Por todo esto es en las instituciones educativas religiosas católicas donde se advierte una clara vocación a la educación moral-ética de los alumnos, con clara explicitación de los valores a los que adscribe y buena intención en el deseo de plasmarlos. Lo que resulta a veces difícil es adecuar las acciones para la implementación de estos valores. La institución, mediatizada por todas las instancias que la componen (docentes, padres, directivos, psicopedagogos, catequistas, etc.), oscila entre actitudes permisivas y represoras, cuando las instancias se agotan. Atendiendo a los aspectos teóricos hasta aquí analizados me propongo relatar una experiencia, llevada a cabo en el marco de una escuela religiosa, en la que se intentó operativizar una intervención que pudiera dar cuenta de cuáles son las estrategias adecuadas para plasmar en la práctica docente la integración del sentir, pensar y actuar en la formación de valores. Esta experiencia se presenta en la segunda parte del presente trabajo.

2da. Parte: Una propuesta de intervención

Hay un refrán que pregona “del dicho al hecho hay mucho trecho”. Este refrán nos puede llevar a reflexionar sobre cómo la tan instalada discusión acerca de la formación de los valores se plasma en la dinámica institucional de un equipo docente en la escuela y en la práctica de los maestros en las aulas. Este tema se transformó en objeto de análisis de mi práctica psicopedagógica dentro del departamento de orientación educativa de una escuela católica y resultó tan significativo como para que se constituyera en el tema del presente trabajo.

La observación de diferentes situaciones cotidianas en la escuela (peleas, desobediencias, incumplimientos, transgresiones) y la diferente resolución de las mismas en instituciones educativas religiosas me llevó a plantearme numerosos interrogantes:

-¿Qué mensaje transmite el enojo de una maestra porque sus alumnos no cumplieron una consigna indicada?. Lo que es obvio para ella y que motiva su enojo ¿es comprendido desde la estructura lógica del niño?  De no serlo ¿puede garantizarse la no reiteración del incumplimiento?. ¿Qué significa para el niño el enojo de su maestra?

– Cuando algunos chicos se pelean enardecidos, ¿basta el separarlos y retarlos? ¿Es oportuno hablarles de las razones  y/o valores por los que no deben pelearse?. ¿Se logra calmar así las emociones que suscitaron la pelea?

-¿Son “mentiras” los argumentos que los niños pequeños dan para justificar su inconducta? ¿Hay un intento  consciente de engañar? ¿O un intento adaptativo, de salvarse de la situación de riesgo, que implica el castigo? ¿Se manifiesta una percepción diferente de la realidad entre el niño y el adulto?

Todo aquel que transite por una institución educativa, especialmente primaria, reconocerá en estas preguntas una instancia reflexiva de las constantes situaciones que al docente le toca enfrentar y a las que debe dar respuesta. La manera como las signifique, así como la concepción que tenga sobre el sujeto al que educa, determinará su proceder.

Sería importante considerar el aporte que la psicología puede brindar en relación al bienestar psíquico, que implica el desarrollo integrado de las potencialidades cognitivas, psicoafectivas, y podemos agregar espirituales. Para  lograr este objetivo en el alumno, es necesario  partir de una concepción antropológica del hombre que valore la integración, concepción  que debe ser objeto de integración reflexiva por parte de los directivos y docentes que son los encargados de diseñar las acciones que plasman en la acción el proyecto educativo de una institución. Dicha integración posibilitaría mayores éxitos pedagógicos y formativos al adecuar la exigencia de la intención educativa a la posibilidad y motivación vital del educando. Aprovecharía también  la oportunidad evolutiva para privilegiar aprendizajes específicos y brindar al sujeto de la educación, una experiencia integradora de sí mismo, aportando al campo de la prevención en salud mental.

En síntesis, es necesario intervenir desde una concepción integrada  del sujeto  para que nuestra intervención pueda ser integradora. Es decir, toda acción educativa que apunta a la formación de valores lo será realmente si apunta a estimular el desarrollo del pensamiento en función de dar respuesta a una situación de vida, propiciando la resolución de problemas y conflictos, en un contexto afectivo contenedor, que acompañe la maduración psicoafectiva.

Indudablemente, es necesario diseñar las estrategias y modos de intervención que nos permitan lograr ese propósito. Particularmente considero que el dispositivo apropiado para ello es el desarrollo de la capacidad de argumentar. ¿Por qué la argumentación? Porque la concibo como una estrategia integradora, que ejercita en los niños la resolución de conflictos a través de la expresión de ideas, emociones y de la evaluación valorativa de las diferentes alternativas que siempre están implícitas en la resolución cualquier situación.

Observamos que niños con el mismo nivel de pensamiento presentan matices diferentes en la riqueza de expresión de argumentos y justificaciones. Aquellos alumnos que expresan sus ideas, propuestas o razones de manera más clara y convincente son los que generalmente pueden resolver mejor sus conflictos de interacción social. Muchas  veces son “los buscados” para integrar grupos de trabajo, o resultan ser los líderes de los mismos. Es que “saber argumentar” es lo que permite tanto defender nuestras opiniones frente a los otros como descifrar los mensajes provenientes de contextos en los que se intenta influir en nuestra conducta” (Perelman, 1999).

Según Rodríguez (1995) la argumentación se construye en un proceso. Inicialmente el dialogo argumentativo es oral ya que “la presencia cara a cara de los interlocutores facilita la toma en consideración y la adaptación al punto de vista del otro. La cooperación del receptor es muy importante para construir el mensaje, hacer cambios durante el proceso, precisar contenidos”.  Posterior y progresiva- mente llegará a ser escrita, sin que dependa de la presencia real de un interlocutor. Para ello es necesario “que se ubique internamente en el punto de vista del otro y que pueda estructurar su escrito tomando en consideración las posibles propuestas de los lectores. La anticipación del pensamiento del otro para elaborar las contraargumentaciones exige un esfuerzo de descentración considerable”. ( Perelman, 1999 ).

La construcción de la argumentación es solidaria de la construcción del razonamiento. La elaboración del propio punto de vista supone una construcción, un camino de interacción progresiva con el objeto a tratar. Elaborar argumentos supone aumentar el conocimiento del tema, informarse, conocer otras opiniones, apelar a otras fuentes, profundizar el sentido de la mismas. Evaluar y ponderar las soluciones, razones y  valores alternativos. Este desarrollo lleva necesariamente a una elección o acción que será indiscutiblemente consciente, responsable y autónoma sea errada o no. Esto nos remite al razonamiento y juicio moral. Es la capacidad de juicio moral la que permite regular las interacciones con otros de acuerdo con ciertas normas construidas o adoptadas por el sujeto. “El razonamiento lógico es una argumentación que mantenemos con nosotros mismos y que reproduce interiormente los rasgos de una verdadera argumentación” (Martinez, Rada, Reboiras,1990).

Generalmente, si no es estimulado, el niño “desconoce la variedad de estrategias argumentativas que podría utilizar para defender sus opiniones. Suponen que un argumento se compone casi exclusivamente de un adjetivo calificativo (Perelman, 1999). Es frecuente escuchar de los alumnos expresiones tales como: “la película que vi me gustó mucho porque era linda“.  Es importante señalar que se advierten diferencias en la calidad de las expresiones verbales entre alumnos pertenecientes a instituciones educativas tradicionales y los pertenecientes a instituciones con ideología constructivista tácita ó explícita. De lo que podría desprenderse que  determinadas modalidades pedagógicas son favorecedoras del desarrollo del pensamiento, de la argumentación  y, por lo tanto, del juicio moral.

Según Domínguez Chillón (1997) “Las intervenciones educativas basadas en el conflicto y la discusión como métodos de educación moral, tienen su origen en la teoría  elaborada por Piaget y su seguidor Kohlberg sobre el desarrollo moral en el niño. Numerosas investigaciones en la misma línea, han apoyado sistemáticamente la eficacia de la discusión para avanzar en el razonamiento moral”. La capacidad de juicio moral es la que permite regular las interacciones con otros  de acuerdo con ciertas normas construidas  o adoptadas por un sujeto. En todo sujeto hay una estructura normativa y un criterio moral que se corresponde con ella.

El dispositivo utilizado en esta experiencia promueve, ante una situación conflictiva a resolver, la participación en diálogo grupal. En este diálogo, cada alumno aporta sus opiniones, sentimientos y sistemas de creencias y, a su vez, escucha el aporte de los otros. Estas expresiones pueden ser coincidentes o no. De no ser serlo actúan como contrasugestiones favoreciendo la descentración del propio punto de vista y por consiguiente posibilitando la gradual liberación del egocentrismo cognoscitivo.

El poder expresar las emociones, sentimientos, creencias, cualesquiera sean, frente a otros, en un clima de escucha y respeto, genera en el que se expresa, la vivencia afectiva de ser comprendido y aceptado, lo que favorece la autovaloración del niño. Como dice Flavell (1979). “La necesidad social de compartir el pensamiento de los  demás y de comunicar el nuestro de manera adecuada se halla en la raíz de nuestra necesidad de verificación”, a lo que también podríamos añadir nuestra necesidad de aceptación.

Seguidamente se presenta el relato de la experiencia a través de la cual se llevó a cabo el dispositivo que hasta aquí se ha presentado y fundamentado.

2.1. Relato de la experiencia

Situación

El contexto de la experiencia es el de un colegio parroquial donde se me consulta sobre la dinámica grupal de un 5º grado. La mamá de una alumna de ese grado informa a la dirección que su hija no quiere concurrir a clase porque unos chicos del grado la han amenazado con mostrarle el pene. No hay nombres. Se habla de un chico que llevó una navaja pero nadie parece haberla visto, ni se sabe quien la tenía. Nuevamente no hay nombres, solo sospechas. La maestra no ve un buen clima en el grupo. Nadie se anima a hablar.

Intervención

Interpreto que la situación es confusa porque nadie logra hablar claramente. Las amenazas (mostrar el pene-navaja) parecen indicar un proceso intimidatorio de un chico o grupo de chicos hacia el resto. No hay quejas, ni acusaciones. ¿Por miedo,?. ¿Por lealtad?.

La experiencia previa acredita que el exceso de interrogatorios grupales y/o individuales , como forma de encontrar la verdad pueden presionar y resultar contraproducentes. Por lo tanto decido planificar una intervención atendiendo a los siguientes aspectos:

Propósito: descomprimir la situación y movilizar recursos personales y grupales para la resolución del conflicto.

Modalidad de trabajo: considero la conveniencia de un abordaje múltiple propiciando el efecto multiplicador de estímulos provenientes de diferentes áreas y presentados desde diversas perspectivas. Para ello, se recurre a los distintos agentes y recursos ordinarios de la acción educativa; por lo tanto, se propicia la participación de la maestra, de la catequista (quien está a cargo del área de Formación Etica y Ciudadana) y mi participación directa con el grupo-clase. Se consideró que, dado el “silencio” del grupo, no era conveniente forzarlo sino que se buscaría intervenir desde los horarios habituales y abordando contenidos específicos de aprendizaje.

Actividades propuestas:

Con la maestra: se planificó conjuntamente con la docente a cargo del grado favorecer la discriminación frente a cualquier situación de riesgo. Así utilizando el tema de Elementos e Instrumentos (contenidos del área de Ciencias Naturales) acordamos incluir y enfatizar los aspectos benéficos y  perjudiciales de los elementos: aire, fuego, agua; de los instrumentos y de las herramientas fabricadas por el hombre, y el buen uso ó mal uso y las consecuencias de uno y otro. Dentro de las herramientas se incluyen las armas, especialmente las cortantes.

Con la catequista: acordamos que a partir de la guerra en Yugoslavia, conocida y comentada por  los chicos, inundados en ese momento por constantes imágenes de noticieros y diarios, pudiera abordarse “la violencia de la guerra”, sus consecuencias en personas, familias y territorios para  favorecer la reflexión sobre las “guerras nuestras de cada día” y las diferentes violencias que recibimos y ejercemos cotidianamente.

Se consideró conveniente acompañar a las docentes para contenerlas respecto a la ansiedad personal e institucional por resultados (saber la verdad, encontrar el culpable, etc.) y dar tiempo a que el grupo signifique lo que le pasa a la luz de estos nuevos elementos.

Por mi parte, realizo una visita psicopedagógica de seguimiento (estrategia habitual del departamento de orientación) dado que el “secreto” hacía impensable un abordaje directo. Propongo una actividad basada en una cuento sin final el que, por lo tanto, puede ser completado de diferentes formas por los chicos. Propongo al grupo pensar y expresar las muchas formas posibles de terminarlo. Esta consigna apunta a movilizar recursos personales y grupales para  la resolución del conflicto.

Este material había sido especialmente preparado para la ocasión y estaba  contextuado en un espacio extraescolar y lúdico, hacía referencia a una situación intimidatoria grupal entre compañeros. La falta de desenlace intentaba posibilitar diferentes resoluciones. Se adjunta a continuación el material utilizado y las preguntas que se formularon como disparadoras del análisis de la situación.

CUENTO

”En una plaza se encuentran un grupo de chicos del barrio. Pedro, Juan, Natalia, José, David, Juana y Mateo. Se conocen desde hace varios años.

Un día Juan decide que quiere jugar a un juego. Lo convence a Pedro de obligar a los restantes a participar. Juan dice que el que no juegue a lo que él dice, se queda sin jugar, o peor aún Pedro puede pegarle. Pedro era muy grandote ,y los chicos creían que podía pegar fuerte..

Una nena se queja de esta situación y quiere que algún adulto intervenga”

DINÁMICA DEL ENCUENTRO

Los chicos advierten que falta el final. Propongo pensar diferentes posibilidades. Promuevo la consideración de determinados aspectos a traves del planteo de preguntas que voy haciendo progresivamente. A partir de cada una de ellas los alumnos contestan verbalmente en grupo clase. Se sienten interesados. Hay una participación general con mayor ó menor vehemencia de acuerdo a las características personales. A medida que contestan van elaborando nuevos aportes. Mientras hablan la maestra toma nota de los comentarios de los chicos. Se plantean secuencialmente tres preguntas que se trabajan verbalmente en grupo clase después del enunciado de cada una.

Preguntas:

-1) ¿Todos en el grupo reaccionaron igual? ¿Qué piensan ustedes que hará cada uno?

-2) ¿Qué sentirá cada uno?

-3) ¿Qué harían ustedes en una situación así?

La pregunta uno apunta, en su primera parte, a que puedan discriminar dentro de la situación grupal a cada uno de los integrantes. En la segunda parte se busca legalizar el poder pensar, el poder imaginar posibles acciones en el espacio transicional entre la fantasía y la realidad que propone el cuento.

La pregunta dos remite a la vivencia, al sentimiento, a la propia afectividad proyectada en los diferentes personajes, que al ser varios, facilitan la expresión de sentimientos ambivalentes ó contradictorios.

La pregunta tres tiende a facilitar la integración de la vida afectiva y la intelectual en una adaptación interindependiente.

Respuestas de los niños

Pregunta 1

¿Todos en el grupo reaccionaron igual? ¿Qué piensan ustedes que hará cada uno?

RESPUESTAS:

– Pedro pegó al que no jugó pero no le dolió.

– Al no haber peligro que duela no se sienten obligados a jugar.

– El grupo menos Pedro y Juan juegan juntos.

– Pedro y Juan piden perdón y se integran al juego.

– Pedro y Juan piden perdón pero no los dejan jugar y juegan solos.

– Se pusieron todos de acuerdo para hacer algo, andar en bici.

– Pedro renuncia a su actitud de decidir él solo, y reconoce que las opiniones de los   demás valen.

– Llaman a un adulto para evitar que les peguen.

– Los chicos recurren a las mamás de Pedro y Juan para que los castiguen.

– Pedro pegó y dolió, entonces los chicos se unieron y reaccionaron a la violencia.

– Convencen a Pedro de que no obedezca a Juan.

– Ante la amenaza Pedro y Juan piden perdón al grupo.

Pregunta 2

Qué sentirá cada uno?

RESPUESTAS

Sentimientos adjudicados

a JUAN:

Valentía

Coraje

Se siente importante.

Puede portarse así porque tenga problemas en la casa.

Orgullo.

Alegría por poder mandar.

Se siente solo y quiere un amigo, Pedro.

a Pedro

Valentía para pegar.

Culpa:

piensa en lo que hizo y cambia.

a NATALIA :

Miedo.

a José

No quiso jugar, fue valiente al defender su libertad.

Otros:

Amenazados.

Miedo.

Dolor.

Ante la mención reiterada de valentía pregunto que quiere decir esa palabra; responden: acto heroico, lo que hacen los héroes, superhéroes, los de  verdad. Acotan cuando uno menciona a San Martín. Cuando haces algo bueno por otro.

Pregunta 3 :

¿Qué harían ustedes en una situación así?

RESPUESTAS:

Hablar con los padres. Otro acota que así pueden aumentar las amenazas.

Conversar de los problemas.

Que se arrepientan y cambien de actitud.

Los padres se arreglan entre ellos y los castigan.

Al finalizar el encuentro, dado  el tiempo transcurrido (hora clase), se les solicita que cada uno termine el cuento por escrito, expresando lo que cree que haría. Acordamos que la maestra me entregaría lo que escriba cada uno.

(Dicho material se adjunta en el anexo)

SEGUIMIENTO Y EVOLUCION

Seguimiento

Luego del encuentro antes descripto se realiza el seguimiento interdisciplinario del grupo a través de la observación diaria por parte de la maestra  con especial atención  a la dinámica grupal y a su temática.

A partir de lo  observado se realiza  la planificación conjunta de las áreas de Formación Ética y Ciudadana y Catequesis, coordinado por la psicopedagoga, utilizando contenidos curriculares para trabajar dichas temáticas, esclareciéndolas y permitiendo espacios de construcción  interpsíquicos y de formación de valores.

Durante el seguimiento se advirtió un incremento en la habilidad de los docentes en “”leer” la dinámica grupal.

Evolución

La posibilidad de expresar pensamientos u opiniones individuales y grupales en un marco de aceptación y respeto marcó un antes y un después. Progresivamente, y a medida que fue transcurriendo el dispositivo implementado, reapareció en el grupo un clima más distendido, de mayor libertad y confianza.

Paralelamente, se opacó el desenvolvimiento de un niño, líder ideológico que inducía a otros a realizar transgresiones menores. Este niño empezó a entristecerse y pudo individualmente manifestar y reconocer su sufrimiento por dificultades afectivas y de rendimiento de antigua data y pedir ayuda.

A modo de cierre

He intentado explicitar a lo largo de este trabajo cómo la formación de valores transmitidos en la escuela es una tarea ineludible. Particularmente, en la escuela católica, si bien los dogmas y contenidos religiosos se enseñan en catequesis, es desde toda la actividad educativa institucional donde se transmiten los valores evangélicos. Esta transmisión se realiza desde un sujeto concreto a un sujeto concreto en crecimiento quien evolucionará en sus aspectos cognitivos, afectivos y espirituales en la medida que se va integrando.

Los desarrollos del pensamiento, de la afectividad y de los valores son solidarios entre sí. Por ello, elegir las estrategias para su evolución implica el desafío de conocer e integrar dichos aspectos. La complejidad de la tarea involucra como interviniente favorecedor la figura del psicopedagogo; al constituirse como instancia que promueve en la comunidad educativa la observación reflexiva y la búsqueda de las formas más adecuadas de intervención en la formación de valores.

He insistido a lo largo de este trabajo sobre la necesidad de no perder de vista la totalidad del sujeto. Si la Gracia supone la naturaleza ningún aspecto que hace a la integralidad del hombre puede ser soslayado.

BIBLIOGRAFÍA

  • Camps, Victoria. (1998). Hacer reforma. Los valores de la educación. Grupo Anaya – Aique. Madrid – Buenos Aires.
  • Domínguez Chillón, Gloria. (1997). Los valores en la educación infantil. Editorial La Muralla. Buenos Aires.
  • Finardi, Marta. (1995). El juicio moral del adolescente. Editorial Docencia. Buenos Aires.
  • Flavell, John H. (1979). La Psicología Evolutiva de Jean Piaget. Editorial Piados. Buenos Aires.
  • Martinez, E., Rada, A. y Reboiras J.C.. (1990). Fantasías infantiles y aprendizaje. Editarial Educativa. Buenos Aires.
  • Onetto, Fernando. (1997). Con los valores quién se anima. Editorial Bonum. Buenos Aires.
  • Perelman, Flora (1999). La producción de textos argumentativos en el aula. Revista Zona Educativa Nº 11. Buenos Aires.
  • Piaget, Jean (1977). El criterio moral en el niño. Editorial Fontanela. Barcelona. España.
  • Rodríguez, María Elena. (1995). Hablar en la escuela ¿Para qué? ¿Cómo?. Revista Lectura y Vida Nº 3.
  • Rogoff, Bárbara. (1998). Aprendices del pensamiento. El desarrollo cognitivo en el contexto social. Paidós. Buenos Aires.
  • Schujman, Gustavo (1999). Filosofía, Formación Ética y Ciudadana. Editorial Aique. Buenos Aires.
  • Valero García, José María (1991). La escuela que yo quiero. Gran Editorial. Buenos Aires.

Pánico ante las situaciones de examen – Lic. María Celina Abuchdid

El temor a la situación de examen es un trastorno que aqueja a gran número de estudiantes, tiene implicancias de gran envergadura para el desempeño y autoestima de la persona que lo padece.

Es de suma importancia informar acerca de las características y desarrollo de este Trastorno o Fobia para poder realizar un diagnóstico acertado y un tratamiento eficaz.

Nos referimos a la ansiedad normal como una emoción psicobiológica básica del individuo, adaptativa ante un desafío o peligro presente o futuro, su función es activar conductas apropiadas para enfrentar dicha situación, es una respuesta normal ligada al instinto de conservación.

La Ansiedad se convierte en un trastorno cuando la respuesta es exagerada y no ligada a un peligro real, situación u objeto externo, ocurre de modo innecesario, exagerado, y condiciona la conducta del individuo de manera incapacitante interfiriendo negativamente en la vida social, laboral y familiar.

La Fobia Social o Trastorno de Ansiedad Social ha adquirido gran relevancia desde principio de los años noventa, diversas razones han influido para el reconocimiento de la fobia social como un importante trastorno, la frecuente comorbilidad con otros trastornos y la apariencia relativa a un rasgo de timidez o inhibición explica gran parte de esta tardanza.

El aspecto común que hace al trastorno es el temor a ser evaluado negativamente por los demás y la fuerte inhibición que esta creencia produce.

La Fobia Social de define en el Manual Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) como “Un temor acusado y persistente a una o más situaciones sociales o de actuación en público en donde el sujeto se ve expuesto a personas que no pertenecen al ámbito familiar o a la posible evaluación por parte de los demás.

El individuo teme actuar de un modo embarazoso”.

El DSM IV indica también dentro de los criterios diagnósticos que la exposición a la situación social temida provoca casi invariablemente gran ansiedad en el individuo quien reconoce ese temor como excesivo e irracional.

Además, las situaciones sociales o de actuación en público se tienden a evitar o soportar con una ansiedad intensa.

Los síntomas del trastorno interfieren de manera importante en el funcionamiento cotidiano del individuo provocando deterioro en distintas áreas (interpersonales, laborales, académicas).

El temor a dar exámenes es una Ansiedad Social Específica (TAS) o Fobia Social Específica, los síntomas se activan frente a la proximidad de esa situación particular.

La persona anticipa el escenario “examen” como catastrófico. Teme fracasar y ese pensamiento comienza a incrementar la ansiedad desencadenando síntomas fisiológicos tales como malestar abdominal, sensación de ahogo, taquicardia, enrojecimiento facial, temblores, sudoración.

A nivel cognitivo se desarrollan temores relativos a un mal desempeño, a no poder rendir eficazmente, a quedar paralizado y sin recursos, no saber qué decir o hacer y sentirse avergonzado frente a los demás. Se observan expresiones como “No me voy a acordar de nada, me van a tomar lo que no sé, voy a quedar mal ante todos, me voy a poner nervioso y se van a dar cuenta, ¡qué vergüenza!”

Conductualmente los síntomas observables son la evitación a la situación temida y si no es posible hacerlo suele atravesarse con gran malestar que pueden adquirir la forma de crisis o ataques de pánico.

Cuando la persona se enfrenta a la situación específica temida se ponen de manifiesto “esquemas” o creencias centrales acerca del autoconcepto o lo “que debería ser” y desempeño personal o “cómo tendría que actuar “, las creencias subyacentes en este tipo de trastorno están relacionadas con el “éxito-fracaso”, “aceptación-rechazo”, esto significa que la persona teme fracasar y ser rechazada por ello.

Los rasgos de personalidad están caracterizados por una gran exigencia, poco margen para la equivocación y necesidad de demostrar idoneidad. Estas altas expectativas sumen a la persona en un temor constante a defraudar o no poder hacerlo bien.

El temor y la inseguridad relativa a su desempeño se presentan en forma casi invariable cuando se atraviesa la situación o situaciones temidas.

Para detectar esta fobia es importante reconocer el estímulo fobígeno desencadenante (en este caso el examen porvenir) del incremento de la ansiedad y los pensamientos anticipatorios negativos que comienzan a generarse a manera de predicciones nefastas (me va a ir mal, no voy a aprobar, voy a quedar mal…).

Luego se sucederá gran malestar con proliferación de síntomas fisiológicos y se comenzará a evaluar la manera de evitar la situación, se construyen excusas y explicaciones que intenten justificar la “huida”.

En caso de que la persona logre evitar la situación temida, la ansiedad disminuye inmediatamente, se produce una gran sensación de alivio. No obstante, aparecen inmediatamente autorreproches e incremento de la vivencia de incapacidad.

La evitación alivia la ansiedad y disminuye al mismo tiempo el sentimiento de autoeficacia, instaurando la frustración como emoción central, que pronostica futuros enfrentamientos de la situación de examen, en forma desfavorable.

El conocimiento de este circuito funcional permite a la persona darse cuenta de que padece una fobia social específica o TAS.

Los estudios epidemiológicos han detectado que muchas personas afectadas por este trastorno permanecen sin recibir un diagnóstico y tratamiento.

A pesar de ser un problema que genera preocupaciones y limitaciones considerables, las personas lo padecen secretamente, como un “estigma”, por la vergüenza e incomodidad que provoca y la falta de información.

La intención de esta breve descripción es colaborar con la autodetección del problema, y animar a quienes lo padecen a buscar la ayuda adecuada.

 

 

María Celina Abuchdid

Licenciada en Psicología.

Especialista en Trastornos de Ansiedad.

Matrícula Profesional Nª9061

 

Paradigmas en discapacidad – Lic. María Adelaida Comte Challú

Recorrido histórico del paradigma de la discapacidad y sus prácticas:

Desde la antigüedad, el tema de la discapacidad, así como las estrategias de atención a las personas con discapacidad han sido abordadas desde distintos paradigmas o modelos.

Haré un recorrido histórico del cambio en el paradigma de la discapacidad y con ella el modo de afrontar sus prácticas.

Se pueden reconocer tres grandes modelos:

  1. El modelo de la prescindencia:

Durante la antigüedad y la edad media la actitud hacia la discapacidad era la prescindencia. Ya sea por haber recibido un castigo de los dioses o por considerarse que las personas con discapacidad no tenían nada que aportar a la comunidad, se asumía que sus vidas carecían de sentido y que, por lo tanto, no valía la pena que vivieran.

Las causas de la discapacidad eran religiosas: por el pecado o por advertencia divina. Por otro lado, la persona con discapacidad no tenia nada que aportar a la sociedad, era considerado un ser improductivo y por consiguiente se transformaba en una carga para la familia y la comunidad.

A raíz de la condición de castigados e innecesarios, surgieron dos consecuencias que dieron origen a dos submodelos. El eugenésico y el de la marginación. En el eugenésico, más propio del mundo antiguo, la solución estaba enfocada en la eliminación del niño con discapacidad dándole muerte. Mientras que, en el modelo de marginación, característico de la Edad Media, la solución consistía en la separación o el alejamiento de la persona de su núcleo social. El modelo de la marginación fue introducido por el cristianismo ya que condenaba el infanticidio. Por eso proliferaron los asilos y hospitales donde los niños con discapacidad eran abandonados.

A partir de este submodelo, y especialmente durante los primeros siglos del cristianismo, las personas con discapacidad, aún que marginales, cumplen un rol en la sociedad: ser mendigos para que los ricos puedan dar limosnas y así alcanzar la salvación. Sin embargo, en la Edad Media y a raíz de la peste negra, son asociadas a la pobreza y contagio lo que acababa por convertir a la marginación en una verdadera exclusión.

  1. El modelo médico o rehabilitador:

A principios del siglo XX, a raíz de la primera guerra mundial y de la introducción de las primeras legislaciones en torno a la seguridad social, el concepto de discapacidad sufre un cambio de paradigma.

Los veteranos de guerra y el auge de las leyes laborales fueron los responsables de este cambio. Los impedimentos físicos y mentales comenzaron a entenderse como enfermedades que podían recibir tratamientos, por lo que ya no era necesario la marginación de la sociedad.

Los presupuestos sobre los que se basa este paradigma son dos:  las causas de la discapacidad son científicas y las personas siempre que puedan ser rehabilitadas pueden tener algo que aportar a la comunidad. Así al cambiar las causas, cambian su concepción y tratamiento: si la deficiencia biológica tiene causa científica, la discapacidad puede ser curada y prevenida.

Entonces el objetivo del modelo médico es curar o modificar su conducta para esconder la diferencia y así poder reincorporarla a la sociedad.  El tratamiento se realizaba en una institución especializada, pero esto termina transformándose en causa de marginación y maltrato. Este modelo contribuye a la creación de una identidad en la que la persona se define por su enfermedad.  Por eso se los llamaba “discapacitado”, “invalido”, “minusválido” “subnormal”, “especial”. Aquellas formas de nombrarlos se sostienen hoy en día. De hecho, suele verse en los medios de comunicación: “discapacitados” en políticas sociales, “pensión para discapacitados”, en los medios de transporte “transporte para discapacitados”. Al nombrarlos de esta forma se termina haciendo hincapié en la limitación y no en la totalidad de su persona. Una terminología correcta sería “persona con discapacidad”.

La persona con discapacidad es estigmatizada por una relación en la que lo médico está sobre el paciente y en la que la inserción social esta supeditada a la rehabilitación.

Sin embargo, ese modelo tuvo buenos aportes. Con la idea de la rehabilitación emerge la posibilidad del trabajo protegido, ya que los Estados comienzan a hacerse cargo de quienes poseen diversidades funcionales. Surgen las políticas publicas tendientes a poner los tratamientos médicos y los medios técnicos al servicio de las personas con discapacidad. Es decir que la vida de la persona con discapacidad, aunque este supeditada a la rehabilitación, adquiere sentido.

La concepción médica rehabilitadora de la discapacidad tiene un concepto de la discapacidad que se apoya en la definición utilizada por la OMS que considera a la persona con discapacidad como objeto pasivo de intervención, tratamiento y rehabilitación, generando consecuencias opresivas para las personas al reducir la discapacidad a un estado estático y así violar sus componentes experienciales y situacionales.

Como efecto de esta concepción, desde el punto de vista político y jurídico la discapacidad se enmarca en la legislación de asistencia y la seguridad social, o como parte de cuestiones de derecho civil relacionadas a la menor capacidad, la incapacitación o la tutela.

  1. Modelo social:

Tiene sus orígenes en el movimiento de vida independiente que nació en Estados Unidos a finales de 1960. Este movimiento difundió la idea de que la independencia está dada por dirigir el destino de la propia vida y abandonando la idea de la independencia como la capacidad de ser autónomo en los quehaceres cotidianos.

Así fue como se fue trasladando el foco de lo individual a lo social. En lugar de pensar la discapacidad como una carencia de la persona que se debe remediar para lograr la inserción, se pasa a mirar las diferencias como un producto social, resultado de las interacciones entre el individuo y un entorno que no fue concebido para él.

Si las causas de la discapacidad son sociales, las soluciones deben estar dirigidas a la sociedad y no solamente a la persona concreta afectada. Por eso el énfasis se asienta sobre la rehabilitación de la sociedad que ha de ser concebida y diseñada para hacer frente a las necesidades de todas las personas, gestionando las diferencias e integrando la diversidad.

Para este modelo las causas de la discapacidad son sociales:  son las limitaciones de la propia sociedad que no es capaz de asegurar que las necesidades de las personas con discapacidad sean tenidas en cuenta dentro de la organización social. Por otro lado, la persona con discapacidad tiene tanto que aportar a la sociedad como aquellas que no lo son. Partiendo de la premisa de que toda vida humana es igualmente digna, se sostiene que lo que puedan aportar estas personas se encuentra íntimamente relacionado con la inclusión y la aceptación de la diferencia.

Los efectos prácticos de este modelo son que los medios de subsistencia de las personas con discapacidad son la seguridad social y el empleo ordinario. Y que la discapacidad comienza a verse como una cuestión de derechos humanos. Esto significa que la persona ya no es objeto de políticas asistencialistas sino sujeto de derecho.

Los supuestos básicos de este modelo son: toda vida humana, con independencia de la naturaleza o complejidad de la diversidad funcional que lo afecte, goza de igual valor en dignidad. Todas las personas deben tener la posibilidad de tomar decisiones que le afecten a lo que atañe a su desarrollo como sujeto moral. Esta idea de independencia es considerada como la capacidad de autocontrol y toma de decisiones de la propia vida, más que la realización de actividades sin necesidad de ayuda. Las personas con diversidad funcional gozan del derecho a participar plenamente en todas las actividades: económicas, políticas, sociales y culturales del mismo modo que las personas sin discapacidad.

Durante la primera etapa entre 1970 y 1980 se produjo un gran avance en la desinstitucionalización y el movimiento de defensa de los derechos civiles. Además, se desarrolló un enfoque centrado en el potencial de aprendizaje y en el comportamiento adaptativo de las personas con discapacidad. Todo esto trajo como resultado avances en la integración social en la educación, en la formación profesional y empleo y en la vivienda y participación social.

A mediados de 1980 hasta la actualidad se esta experimentando una nueva concepción de la discapacidad con un énfasis y enfoque ecológico (que tiene en cuenta a la persona y su ambiente) y por la provisión de apoyos individualizados en entornos comunitarios inclusivos.

Es en estos años cuando surge el concepto de calidad de vida que integra todas las propuestas de cambio de paradigmas sobre la discapacidad y también proporciona un medio para aplicar este cambio en las políticas públicas y en las prácticas profesionales.

Un documento que introdujo una nueva perspectiva en el abordaje de la discapacidad fue la convención de derechos de las personas con discapacidad (CDPCD) del año 2006 de las Naciones Unidas

La CDPCD establece que “la discapacidad es un concepto que evoluciona y resulta de la interacción entre las personas con deficiencias y las barreras debidas a la actitud y al entorno que evitan su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones que los demás”[1] además de reconocer “el valor de las contribuciones que realizan y pueden realizar las personas con discapacidad al bienestar general y a la diversidad de sus comunidades” [2]

Es por eso por lo que se pueden encontrar muchas coincidencias entre el modelo social y la CDPCD: dignidad de la persona humana, autonomía (entendida como la facultad para tomar decisiones) y accesibilidad (entendida como posibilidad de participar en todos los espacios de la comunidad)

Con la CDPCD el tema de discapacidad pasa a ser considerado un asunto de derechos humanos.

Dentro de este paradigma, se defiende el derecho de las personas con discapacidad a establecer relaciones interpersonales y de convertirse en personas social y económicamente activas.  Será cuestión de la sociedad de organizarse para eliminar las barreras físicas y actitudinales, de manera que el efecto de las deficiencias no vaya más allá del ámbito fisiológico de la persona.

Esta visión toma en cuenta las barreras del entorno que limitan o impiden la participación real de las personas con discapacidad en diversos ámbitos, como el educativo, laboral, político, entre otros

Así las personas con discapacidad dejan de ser definidas por la mera portación de una limitación para definirse como “aquellas que tengan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo, que, al interactuar con diversas barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con los demás” [3]

Este modelo social se encuentra en desarrollo y sus planteos aun no han finalizado. Es necesaria una integración de las perspectivas tanto médicas como psicológicas y sociales.

La mejora de la calidad de vida de las personas con discapacidad es un asunto de todos. Hay que desarrollar una sociedad inclusiva que aprecie y reconozca las aportaciones a la sociedad de todos los individuos y que incorpore la diversidad de manera natural.

La psicología de la discapacidad, además de contribuir al conocimiento científico, puede integrar y dar coherencia a los avances de las distintas áreas de la psicología. Todo ello sin perder de vista la finalidad de mejorar la calidad de vida de los individuos y los derechos de las personas y su defensa.

¿Qué sucede en nuestro país?

En nuestro país podemos ver como tres modelos interactúan hoy en día.   La ley 23.431, llamada Ley de Sistema de Protección Integral de los discapacitados, promulgada en 1981 con el objetivo de otorgar a las personas con discapacidad atención médica, educación y seguridad social. Esta ley si bien tiene en cuenta el ambiente, su definición de discapacidad se centra en el modelo médico. “se considera discapacitada a toda persona que padezca una alteración funcional permanente o prolongada, física o mental, que con relación a su edad y medio social implique desventajas considerables para su integración familiar, social, educacional, o laboral.”[4]

Cabe preguntarse si antes de 1981 el modelo reinante en cuestiones de discapacidad sería el modelo de la prescindencia ya que no se ha encontrado legislación al respecto.

La ley 24901, ley de sistema de prestaciones básicas en habilitación y rehabilitación integral a favor de las personas con discapacidad, fue sancionada en 1997. Esta es una ley enmarcada en el modelo médico si bien comienzan a verse las influencias del modelo social ya que declara “un sistema de prestaciones básicas de atención integral a favor de las personas con discapacidad, contemplando acciones de prevención, asistencia, promoción y protección con el objetivo de brindarles una mayor cobertura integral a sus necesidades y requerimientos” [5]

En el año 2008, la ley 26378 aprueba la convención sobre los derechos de las personas con discapacidad y su protocolo facultativo, aprobados mediante resolución de la asamblea general de Naciones Unidas. Esta ley corresponde al modelo social actual.

Por otro lado, en el ámbito escolar, también coexisten distintos modelos.

Del modelo médico aún existen las escuelas especiales (1853), centradas en el déficit, y en donde se pretende educar para homogenizar. Así como también las escuelas de recuperación (1924) para evitar la repitencia y la deserción escolar. En otros ámbitos aparecen los Centros Educativos Terapéuticos.

Del modelo social, aparece el modelo educativo integrador (1960-1980): con este modelo aparece la terminología de necesidades educativas especiales. Y en el 2002, comienza a imponerse el modelo educativo inclusivo que termina de consolidarse después del 2006 con la CDPCD y la ley nacional de educación.

Es importante tener en cuenta que los avances en la concepción y medida de la calidad de vida así como en el desarrollo de la autodeterminación de las personas con discapacidad, es una de las líneas de mayor relevancia actual en Europa. Con ellas se avanza directamente en la definición de las actividades y apoyos para cada individuo, contribuyendo a modificar el rol desempeñado por las personas con discapacidad hacia un mayor control de sus propias vidas. Este modelo propuesto por Miguel Verdugo Alonso y Robert Schalock en el año 2000 aún tiene poca divulgación en Argentina, ya que los modelos preponderantes continúan siendo el modelo médico y el modelo social de los primeros comienzos en donde se busca la inclusión, pero aun cuesta la integración en una sociedad donde todos puedan ser socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.

BIBILOGRAFIA:

Guzmán, Francisco; Toboso, Mario y Romañach, Javier (2010): fundamentos éticos para la promoción de la autonomía y la interdependencia: a la erradicación de la dependencia.

ONU (2006): Discapacidad. Instrumento de ratificación de la convención sobre los derechos de las personas con discapacidad.

Palacios, Agustina y Bariffi, Francisco (2007) La discapacidad como cuestión de derechos humanos: una aproximación a la convención internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad.

Palacios, Agustina (2008) el modelo social de la discapacidad: orígenes, caracterización y plasmación en la convención internacional de los derechos de las personas con discapacidad.

Velarde Lizama, Valentina (2011): los modelos de la discapacidad: un recorrido histórico.

Ley 23.431 Ley de Sistema de Protección Integral de los discapacitados, 1981.

La ley 24901, ley de sistema de prestaciones básicas en habilitación y rehabilitación integral a favor de las personas con discapacidad, 1997.

[1] ONU (2006) preámbulo E.

[2] ONU (2006) preámbulo M.

[3] ONU (2006) Convención de derechos para personas con discapacidad, articulo 1

[4] Ley 22431, articulo 2

[5] Ley24901, articulo 1

Trabajar… ¿nos enferma? – Dr. Luis A. Salinas

Los médicos y psicólogos constatamos que, a partir de fines del ​siglo veinte, aumentó significativamente el número de consultas donde se presenta como malestar algo relacionado con la vida laboral de las personas. En mi caso particular, llegan al consultorio pacientes que en gran medida expresan un estado de agotamiento físico y emocional, desgano, falta de motivación para ir a trabajar, etcétera, y que presentan cuadros de inestabilidad emocional (como depresiones, ansiedad y fobias).

Uno se pregunta si trabajar hoy en día nos enferma. ​Creemos que si bien ​la actividad laboral implica esfuerzo ​ y​ abnegación, no enferma​; pero si esto es así, ¿por qué hay personas tan agotadas y que lo atribuyen a su trabajo?

Me refirió uno de mis pacientes: “Desde este año, cada semana me mandan a distintas sucursales para supervisar el trabajo allí: la venta, los proveedores, los empleados, todo. Cuando hago el relevamiento, debo llenar unas planillas con los resultados y enviarlos por mail durante el día. El directorio las lee y, en función del informe, me exige que ‘baje línea’. Todo esto está bien, pero cuando vuelvo a mi lugar de trabajo, tengo que enfrentarme con mis jefes que me dicen que soy lento, que estoy de parte de los de afuera de la empresa, que tengo que ser proactivo; critican mi tarea y me hacen sentir un inútil… Claro, igual me siguen mandando, es un trabajo a full, saben que le pongo garra y hago las cosas con honestidad, pero ya no puedo dormir bien y estoy harto del maltrato”. Este hombre presenta los rasgos típicos de aquellos más vulnerables a padecer enfermedades por estrés: tiene una personalidad de fuerte vocación social, una actitud altamente exigente consigo mismo y con los demás, una excesiva implicancia emocional en sus tareas, producto de un idealismo desde el cual sostiene férreamente la expectativa de que el trabajo le da “un sentido” a su vida.

Una paciente de 36 años relat​ó: “Me cuesta dormir, estoy todo el día cansada, agotada, con dolor de cabeza; tengo veinticinco chiquitos en mi sala de Jardín por la mañana y más de veinte por la tarde. En el colegio dicen que no pueden poner otra docente auxiliar y yo necesito trabajar, mantengo a mi familia con mi marido, pero entre los dos apenas llegamos a fin de mes”.

En estos casos se ven claramente las características que suelen atribuirse a las personas sometidas al estrés: un estado de agotamiento físico y emocional, cansancio (a pesar de que el trabajo siga siendo un proyecto atractivo y enriquecedor para la persona), sentimientos de “despersonalización” (sensación de impotencia, indefensión y desesperanza) que se expresan principalmente en todo tipo de actitudes negativas hacia los demás –por ejemplo, la agresión y el maltrato, o la instauración de un problema en el vínculo con quienes se trabaja– y, finalmente, la “falta de realización personal” (se instala cuando la actividad laboral pierde el valor que tenía antes para el individuo, principalmente en aquellos que esperan un mayor reconocimiento de la institución en la cual prestan sus servicios*).

Este cuadro se hace presente con mayor gravedad y frecuencia en “personas que trabajan con personas” como los profesionales de la salud o los docentes, o en quienes se desenvuelven en ambientes laborales enfermos –donde hay violencia o maltrato durante un tiempo prolongado–. Además, la aparición de estos malestares tiene que ver con la sobrecarga laboral sostenida, la escasa participación en la toma de decisiones que afectan el propio desempeño laboral, el incremento arbitrario de las responsabilidades y las exigencias que limitan los tiempos personales con el solo fin de alcanzar objetivos institucionales o empresariales.

“Mi nueva jefa quiso que revisara los contratos de las cajas de seguridad uno por uno e hiciera un informe detallado desde 1987 hasta hoy (2007), con la amenaza de bajar mis calificaciones a fin de año si no lo realizaba bien –contó uno de mis pacientes, que es empleado bancario–. Cuando estaba por terminar me dijo que dejara de hacer eso, que no tenía importancia y que me dedicara a enseñarle al nuevo empleado cómo se maneja el programa de mi sección”. Esta es una situación típica de las instituciones especializadas en generar estrés: aquellas que se manejan con tediosa burocracia, con formalismos intrascendentes, con una competitividad interna por luchas de ascensos y poder, con sobrecarga de trabajo innecesaria, con jornadas más prolongadas de trabajo sin mayor remuneración, etcétera.

Es de destacar que en condiciones iguales o similares, se observan individuos menos afectados. Desde hace una década, se afirma que existe en las personas una capacidad de enfrentar la adversidad en general y de resurgir “fortalecidas y transformadas” de acontecimientos trágicos; se la denomina “resiliencia” y consiste en un conjunto de capacidades de las personas –extensible también a las familias y a las sociedades– que les permiten darle un sentido al dolor, sostener una red social de pertenencia, mantener lazos afectivos significativos, recurrir a la creatividad y al buen humor. La resiliencia puede presentarse de forma más estable en unas personas que en otras, más en un tiempo que en otro, con mayor o menor fuerza. El término proviene del campo de la Física, donde se lo define como la capacidad de un material para recobrar su forma originaria después de ser sometido a una presión deformadora. Los “cuerpos resilientes” no se destruyen sino que sufren una deformación temporaria y luego recuperan su forma originaria**.

En los países de América Latina, es muy marcada la influencia de la incertidumbre con respecto al futuro socioeconómico, como también el miedo a la pérdida de la fuente laboral, en la aparición de estos malestares. Además, desmotiva enormemente la decepción que produce la impunidad de tantas personas corruptas que ganan mucho dinero de forma poco honesta y sin mayor esfuerzo.

“Cuando pienso en los años 2001 y 2002 siento pánico: me despidieron, la indemnización me la atrapó el corralito, me quedé sin obra social, tuve que sacar a mis chicos de la escuela privada, sentí que fracasaba”, expresó un paciente de 55 años. La pérdida del trabajo en la Argentina es casi un sinónimo de exclusión social. Implica una seria amenaza para la supervivencia digna de la persona y su familia, y la dificultad de reinsertarse en el medio laboral daña la propia identidad.

¿Qué hacer?

Cuando aparecen los signos de agotamiento, ya fracasaron todas las alternativas individuales para adaptarse: la persona necesita ser ayudada y orientada.

Desde el espacio individual, los psicoterapeutas procurarán que la persona:
– reconozca y elabore qué aspectos son nocivos en la tarea laboral;
– acepte, en caso de estar indicada, la ayuda psicofarmacológica;
– modifique hábitos insalubres;
– equilibre la organización del tiempo laboral con el destinado a otras actividades humanas necesarias.

Desde el espacio grupal, existen distintos tipos de grupos de abordaje que tienen como fines:
– el apoyo mutuo y la generación de un espacio donde expresar los sentimientos que suscita la actividad laboral en cuestión;
– la superación de la impotencia surgida por temores, dudas, agresiones, etc.;
– la búsqueda de la clarificación de funciones y responsabilidades;
– la revisión de los horarios, lugares de trabajo, etcétera, a fin de administrarlos mejor.

Es necesario entonces recurrir a los distintos instrumentos médicos, psicoterapéuticos y grupales que posibilitarán los medios idóneos para lograr una mejoría en la calidad del trabajo y de la vida.
Estos instrumentos ayudarán sin duda a cómo pensar “lo institucional”  –como, por ejemplo, que se pueda reconocer el juego manipulador de una institución que hace sentir mal a los que se comprometen con su trabajo y bien a los que lo banalizan o, que se pueda asumir que en determinados contextos institucionales ciertas demandas al ser tan exigentes son incumplibles y plantean una paradoja a la realización personal–.

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Dr. Luis A. Salinas
Médico Psiquiatra UBA
Coordinador del Equipo ALIANZA
(Servicio de Asistencia y Prevención para la Salud Mental)

*Freudenberger, Herbert (1974). “Staff Burn-out”. Journal of Social Signes 30, 159-165.
**Maslach y Johnson (1977). “Publicaciones en Psicología Aplicada”. Madrid, TEA.

Acoso moral – Lic. Silvia Calabria

Pedro llegaba todos los días puntualmente a la oficina. Quizás a causa de su timidez o su inseguridad, no lograba establecer una relación relajada con su jefe. Trabajaba en el mismo piso que él, sin embargo, se comunicaban virtualmente. Así fue que casi sin verse las caras, con el correr de las semanas y los meses, los malos entendidos se fueron multiplicando. Pedro leía los mensajes de su jefe y se ponía nervioso. En los escuetos intercambios cara a cara, tartamudeaba, tenía palpitaciones, se ruborizaba.

Por su parte el jefe, le daba órdenes cada vez más difíciles de cumplir; lo trataba con más exigencia que los demás y con especial antipatía…el más mínimo error del joven se convertía en un cataclismo del que se enteraba toda la empresa: el jefe aumentaba sus faltas con una implacable lupa, que solo usaba para él. Y cada vez que Pedro trataba de decir algo al respecto, su jefe lo ignoraba o lo ridiculizaba delante de sus compañeros…

Esta rutina se volvió cada vez más angustiante para Pedro. Trabajaba cada día más y mejor, pero por mucho que se esforzara, no había caso el jefe siempre le encontraba una falla, una excusa para maltratarlo. Todo siguió así hasta que se enfermó y tuvo que faltar a su trabajo. El malestar se convirtió en depresión. Ya no podría volver a la empresa. Su angustia y su temor eran tales que decidió renunciar a su puesto …Tiempo más tarde, Pedro se dio cuenta, terapia de por medio, que había sido víctima de “acoso moral”

La Dra. MARIE-FRANCE HIRIGOYEN autora del libro “EL ACOSO MORAL-EL MALTRATO PSICOLÓGICO EN LA VIDA COTIDIANA “de Ed. Paidós, es médica psiquiatra e investigadora de la especialidad de Victimología, una rama de la Criminología, cuyo objeto de estudio es el análisis de las secuelas psíquicas en las personas que sufrieron atentados o agresiones diversas,

Ella plantea en su libro que hay” ACOSO MORAL cuando, básicamente, dos personas ocupan dos roles claramente definidos un individuo es el perverso y el otro es la víctima y entre las dos medias una relación violenta. No obstante, la violencia física pocas veces se concreta. Son más bien los silencios o la manipulación verbal, las miradas agrias, los comentarios hechos por lo bajo y las burlas, las manifestaciones que punzan sobre un otro que es objeto del acoso.

“El perverso es un individuo carente de escrúpulos, calculador, manipulador, egocéntrico, de naturaleza fría y despiadada. Estamos frente a personas que presentan un trastorno en su narcisismo, por lo cual hablamos de psicopatología, de enfermedad. Estas personas están de espaldas a la realidad, se creen dioses o genios y buscan permanentemente admiración del otro, no soportan ser iguales a todos los hombres. Por esta razón tampoco soportan lo intrínsecamente humano y, por lo tanto, no se pueden poner en el lugar del otro.”

Hay una unidad en el discurso del perverso. No hay fisuras y todos los días hay quién encuentra placer en el dolor. A diferencia del masoquista, la persona perversa no se infringe daño alguno. Síntoma que atraviesa todas las épocas, algunas personas encuentran la satisfacción en el dolor ajeno. Y sus discursos son en esencia, discursos totalitarios que niegan la subjetividad del otro.

LA VÍCTIMA MENOS PENSADA…

Con el fin de identificar a las personas expuestas a un posible “acoso moral” tal vez sea necesario desembarazarse del sentido común. Puesto que, a diferencia de lo que podría suponerse a primera vista, no son las personalidades débiles las que se convierten en “carne de cañón” de los abusadores. Por el contrario, suelen ser víctimas de acoso quienes reaccionan contra el autoritarismo y no se dejan avasallar. Su capacidad de resistir a las presiones las coloca en el blanco de ataque. Al mismo tiempo, no son personas haraganas o ineficaces, todo lo contrario.

“El perverso no elige a cualquiera para ejercer su destrucción y, como se siente carente de vida propia, suele seleccionar a seres con mucha vitalidad para vampirizarlas y alimentarse de su energía. Pescan las grietas de la víctima y se filtran por ahí”
De aquí surge otra característica de los elegidos por el abusador: tiene cómo principio básico el sacrificio por los demás, el trabajo, la honradez a toda costa. Ofrecen a los demás una tolerancia e indulgencia que no se dan así mismos asumiendo un papel reparador del narcisismo del otro. “Una especie de misión por la que sienten que deberían sacrificarse los conduce al maltrato”

La “víctima ideal” en esta serie de relaciones, es una persona escrupulosa que tiene una tendencia natural a culpabilizarse. “A este rasgo de la personalidad puede señalárselo como un carácter pre-depresivo”, señala la investigación de M. F. Yrigoyen.

CUANDO EL ABUSO ES EN LA CASA

…Desde el comienzo del noviazgo, Juan siempre fue muy crítico con Ana. Cuando comparten reuniones con amigos él hace comentarios capciosos delante de los demás y ella no puede contestarle nada. Juan suele utilizar un tono indefinido como para poder después de lanzar el dardo, defenderse diciendo que hablaba “en broma” acerca de su mujer. Así se maneja también en la intimidad. La llama “feíta” con el mismo registro “bromista”. Aun así, cuando Ana intenta ponerle freno a la agresión y se planta firme frente a él, Juan adopta un tono de fría hostilidad y alejamiento. No reconoce las críticas de Ana e intenta dejarla en ridículo.

“En el vínculo de pareja las víctimas registran la violencia, pero, como se sienten confusas, inseguras, debilitadas en su estima y en su “Yo” se justifican y dicen: “el (o ella) antes era tan cariñoso, debe estar mal, lo voy a soportar porque ha sufrido mucho”. Y permanecen allí, en el intento infructuoso de cambiar a su pareja. Ante la agresión, oscilan entre la angustia y la rabia, pero como están paralizadas, dejan de luchar y se hunden. Cuando logran separarse o proponer el divorcio se sienten con culpa y se defienden mal.”

Se da un intercambio particular, porque el que domina la situación se ocupa de construir un “mensaje paradójico” y esto se da tanto para lo familiar como para el trabajo: es un mensaje difícil de decodificar. Su meta implícita es sumir al otro en la confusión para desestabilizarlo. De este modo el agresor mantiene el control de la situación y enreda a su víctima con sentimientos contradictorios. La mantiene en falso y se asegura la posibilidad de hacerla caer en un error. La finalidad de este proceder es la de recuperar una posición dominante y de tal modo, controlar los sentimientos y los comportamientos del otro. Pudiendo llegar incluso a que la víctima termine por aprobarlo todo, al tiempo que se descalifica a sí misma. Nunca se vence a un perverso, pero las víctimas sí pueden “aprehender” importantes lecciones de vida. “La persona acosada debe analizar fríamente el problema. En el caso de que el acosador sea su pareja debe renunciar al ideal de tolerancia absoluta y reconocer que esa persona está enferma y puede ser peligrosa. Cuando renuncie a entrar en el juego lo que ocurrirá es que generará en el agresor más violencia. Por eso es importante que la víctima logre ignorar al agresor para no volver a caer en su trampa. Hay que buscar ayuda: testigos para abrir el juego y que medie una tercera persona para negociar”.

No es sencillo desprenderse del asfixiante corsé del acoso moral porque para poder lograrlo, la víctima debe modificar sus esquemas habituales de comportamiento. ¿Cómo convencerse que ese otro jamás valorará nuestro genuino esfuerzo y voluntad? ¿de qué manera entender que nunca dejaremos satisfechas a determinadas persona, ni siquiera entregándoles toda nuestra energía creadora y vital? Son preguntas sin respuesta y sin sentido en estos casos puesto que se dirigen a un imposible. El perverso no se comunica con el otro y tampoco quiere hacerlo.

Aprender a tranquilizarse y esperar el momento indicado para salirse de ese incómodo molde es el objetivo. En el fondo de sí misma, la persona atacada debe guardar celosamente su convicción de que su subjetividad merece ser respetada.

PERFIL DE UNA PERSONA PERVERSA—Extracto del libro “EL ACOSO MORAL” de MARIE-FRANCE HIRIGOYEN-

“El perverso no nombra nada, pero lo insinúa todo. La víctima por su parte intenta comprender:” ¡qué le habré hecho?¡qué tendrá que reprocharme? Como nada se habla claramente, lo reprochado puede ser cualquier cosa. Y esto sucede tanto en el ámbito laboral cómo en el seno familiar.

Rechazar el diálogo es una manera hábil de agravar el conflicto haciéndolo recaer completamente en el otro. A la víctima se le niega el derecho a ser oída. Al perverso no le interesa su versión de los hechos, y se niega a escucharla.

El que rechaza el diálogo viene a decir sin decirlo, directamente con palabras, que el otro no le interesa o incluso, no existe. Con los perversos el discurso es tortuoso, sin explicaciones, y conduce a una alienación mutua. Nos vemos obligados a interpretar.

Como la comunicación verbal directa le es negada, es usual que la víctima recurra a manifestarse por escrito. Escribe cartas dónde pide explicaciones sobre la reprobación que percibe, pero, como no tiene respuesta, vuelve a escribir, esta vez preguntándose qué aspectos de su comportamiento son los que podrían justificar la actitud que percibe.

Con objeto de justificar el comportamiento de su agresor, la víctima puede llegar a pedir excusas por lo que haya podido hacer conciente o inconscientemente.

Asimismo, el mensaje de un perverso es voluntariamente vago e impreciso y genera confusión. Cómo sus declaraciones no responden a una relación lógica, puede sostener a la vez varios discursos contradictorios. Tampoco suele terminar sus frases. Los puntos suspensivos son una puerta abierta a todas las interpretaciones y a todo tipo de malentendidos. Envía mensajes oscuros que luego se niega a esclarecer.

En suma, uno de los objetivos principales de la persona perversa es la desestabilización del otro. Este propósito se articula con las siguientes tácticas cotidianas dirigidas a la víctima:

-Burlarse de sus convicciones, de sus ideas políticas y de sus gustos.
-Dejar de dirigirle la palabra.
-Ridiculizarlo en público.
-Ofenderlo ante los demás.
-Privarlo de cualquier posibilidad de expresarse.
-Hacer alusiones desagradables, sin llegar a aclararlas nunca.
-Poner en tela de juicio sus capacidades de juicio y decisión.

PERVERSIÓN Y NARCISISMO

La noción de perversidad implica, entonces, una estrategia de utilización del otro y luego una estrategia de destrucción del otro, sin que se produzca sentimiento de culpa alguno.

La concepción de la “perversión” por su parte, tiene una ligazón estrecha con el narcisismo No hacen daño de exprofeso hacen daño porque no saben existir de otro modo A ellos también los hirieron durante su infancia, e intentan sobrevivir de esta manera. Esta transferencia del dolor les permite valorarse en detrimento de los demás.

Cómo es la personalidad de un narcisista:

-El sujeto tiene una idea grandiosa de su propia importancia.
-Lo absorben fantasías de éxito ilimitado y de poder.
-Se considera “especial y “único”.
-Tiene una necesidad excesiva de ser admirado.
-Piensa que se le debe todo.
-Explota al otro en sus relaciones interpersonales.
-Carece de empatía.
-Tiene actitudes y comportamientos arrogantes.

CÓMO TRABAJAN LAS TERAPIAS

“Lo ideal es evitar llegar a la desestabilización total o la “pulverización” que se traduce en disímiles manifestaciones físicas como es el estrés provocado por un organismo que se acostumbra a reaccionar adoptando un estado de alerta y produciendo sustancias hormonales. También se provoca una depresión del sistema inmunitario y una modificación de los neurotransmisores cerebrales.”

En su libro “EL ACOSO MORAL” Marie-France Irigoyen señala que las terapias cognitivo-conductistas son apropiadas para modificar los síntomas y las conductas patológicas. Por medio de técnicas de relajación, el paciente aprende a reducir su tensión psíquica, sus trastornos del sueño y su ansiedad. Este aprendizaje resulta de gran utilidad en las situaciones de acoso en la empresa, y cuando la persona agredida tiene todavía la posibilidad de defenderse.

“Cuando la situación de acoso se vive en la pareja, hay que hacer un trabajo de duelo, pues a veces las personas no se separan por miedo a la soledad. Hay que fortalecer su “yo” y su autoestima y trabajar por nombrar la perversión y aprender a discriminarla, para liberarse de la culpa y de la negación. También se trabaja sobre los sentimientos encapsulados como son la ira y el enojo. Se trata, en definitiva, de reconocer lo humano en nosotros mismos, identificar el sufrimiento y mirar de frente a quienes nos lastiman”

Lic. Silvia Graciela Calabria
PSICÓLOGA
M.N.16036

“En tiempo presente” – Lic. Alberto Sánchez

Entrevista a un psicólogo

– ¿Qué es lo que te ha inspirado a enunciar tu forma de hacer psicoterapia como “En Tiempo Presente”?

Para el ser humano en su urgencia, en su dolor, es prioritario el hoy, el presente y ese malestar que tiñe de gris este momento de su vida. Solo desde una posición plenamente consciente de dónde estoy parado, de cuál es mi realidad con sus posibilidades y sus limitaciones, podré comprender el pasado y explotar a mi favor tanto aquel pasado como este presente. Ver la vida como un continuo, una historia que se va construyendo, pero también que va como el agua de un arroyo buscando su cauce. La plenitud es posible aún en medio del dolor. Justamente uno de los autores que inspira mi trabajo es Víctor Frankl, aquel psiquiatra que pasó por la tremenda experiencia de los campos de concentración. Él descubre que mucha gente que bajo esas terribles circunstancias estaban condenadas al deterioro moral y anímico, seguía en pie con el ánimo alto. ¿Qué los sostenía? Frankl afirma que, si se encuentra uno con el sentido de la vida, de su vida, se puede estar relativamente bien a nivel emocional aún en medio del dolor.

– Pareciera que hoy la vida en la gran ciudad nos agrega variables a nuestro potencial para enfermar, ¿puede notarse eso en la consulta?, ¿de qué manera se manifiesta?

Continuamente estamos expuestos a elementos estresantes a lo largo del día en la ciudad. Desde el desayuno frente a noticieros que informan noticias que pueden afectarnos el humor. Viajar mal, estar presionados por llegar a tiempo al trabajo so pena de perder el presentismo. Trabajar presionados aun teniendo que quedarnos más tiempo que el establecido para terminar un trabajo derivado por el jefe, etc. Y en la calle…el caos, cortes de calles, bocinazos, humo de los escapes de los vehículos.
Todo esto nos hace de alguna forma vulnerables. Si a esto sumamos predisposiciones tanto anímicas como orgánicas, estamos preparados para colapsar en cualquier momento. Hablemos de enfermedades psicosomáticas o de trastornos psicológicos. Todo esto desde luego lo percibimos los terapeutas en la consulta, de hecho, hay que realizar todo un trabajo para ir de las generalidades a la particularidad de ese sujeto sufriente, tratando de comprender cómo padece en y desde esa subjetividad. Se manifiesta cuando el consultante relata qué cosas le preocupan y nos relata temas cotidianos, malestares diarios. Justamente ahí se trata de aguzar el oído, más bien en forma psicoanalítica, digo, al hablarme de sus problemas laborales, qué es lo que en realidad me está diciendo. Se trata de deshilvanar esa constelación de malestares y encontrar el sentido profundo de ese padecer.

– ¿Cuál consideras la mejor forma de trabajar como psicoterapeutas en el marco socio económico que nos encuadra?

Enmarcando, siendo conscientes que la presión económica afecta a los consultantes. Quizás desacralizar el dinero. Por supuesto no me refiero a desconsiderar esa variable cuando las necesidades básicas no están cubiertas. Hablo de las dificultades de una persona de clase media. Creo que lo importante es ayudarlo a encontrarse “con lo mejor de la vida” fuera de lo económico. Reforzar la importancia de los afectos es de suma importancia. Una red de contención afectiva complementa perfectamente a cualquier psicoterapia sea cual sea su encuadre. El aislamiento potencializa cualquier patología.
Nuevamente recurro a Frankl, nuestro deber de terapeutas es acompañar a la persona en la búsqueda de sentido. Y recurriendo a otro autor de mi preferencia, Carl Rogers, acompañándolo en el proceso de hacerse persona. O de individuación según el concepto de Carl Jung, tercer autor en quien me apoyo en mis conceptualizaciones.

– ¿Podría decirse que hay una mayor apertura en el ámbito de la salud mental respecto a la posibilidad de abordajes integradores de teorías?

Sí, por supuesto, ya no se trata de meter a un consultante a la fuerza en un marco teórico sea como sea. Con investigar un poco, puede apreciarse que se está dando una mayor convergencia de teorías. Ya las neurociencias no sólo no están tan enfrentadas con el psicoanálisis, sino que hasta hay muchos temas en donde existe convergencia. Por ejemplo, un concepto como el de resiliencia, extrapolado de la física donde un elemento sometido a una presión deformante por características de su estructura molecular vuelve a la forma original luego de retirada la presión, ya no sólo es tomado por la terapia cognitivo-conductual. Cualquier terapeuta tenga la formación que tenga, acepta que hay personalidades con una predisposición a superarse pese a serios obstáculos que pueda atravesar, ya hablemos de haber contraído una enfermedad grave, cuanto de haber atravesado un divorcio, etc.

– ¿Como definirías la función del psicoterapeuta hoy?

Creo que la principal función del terapeuta es la de facilitador. Es decir que se trata de que hay que confiar en las potencialidades del consultante, que momentáneamente, salvo que se trate de una patología crónica y severa, atraviesa un momento de crisis. Estas crisis pueden ser esperables o inesperadas. Tanto unas como las otras son disrupciones en la vida de las personas o saltos de una etapa previa a una nueva. El terapeuta puede ayudar a que la nueva etapa sea de un mayor equilibrio emocional.
Todo tratamiento en el fondo no es otra cosa que una combinación de elementos facilitadores del crecimiento humano, del desarrollo personal y es justamente en esto en lo que focalizo al conceptualizar mi enfoque como del “tiempo presente”. Que esté presente se presente frente a la persona padeciente como una plataforma de lanzamiento hacia un mejor futuro, hacia una planificación de su ser, más allá del dolor del cual ningún ser humano puede escapar.
En definitiva como decía una canción de Serrat “…de aquí en adelante solo cabe ir mejorando” u otra interpretada por Baglietto “solo se trata de crecer”.

Alberto Sánchez Lic. en Psicología, Psicoterapeuta
Realizada por Lic. Mariela Krieger para Concetp Psi.
Diciembre 2009

“Manifestaciones actuales de la violencia en las instituciones” – Lic. Orlando Moyano

En este trabajo podemos reflexionar sobre cuál es nuestra implicación en las instituciones como agentes educativos o de salud.

Podemos preguntarnos cómo integramos nuestra vivencia de salud por un lado y experiencia laboral por otro.
Nos puede ayudar pensar tanto en nuestros trabajos en sí, como en el trabajo como actividad transformadora.
Como agentes de transformación social, ¿qué concepción tenemos sobre la salud propia para enfrentar las problemáticas que nos desafían?, o pensando en el aprendizaje, ¿cuán abiertos estamos a seguir creciendo, transformando y dejándonos transformar?, problemáticas que solemos enfrentar en grupos e instituciones.
A la hora de abordar la problemática de las instituciones en que nos desarrollamos podemos pensar si reproducen hacia adentro lo mismo que intentan hacia afuera.

En nuestra experiencia solemos encontrarnos con una sensación ambivalente en relación a las instituciones.
Pareciera ser que a veces amamos y a la vez sufrimos nuestro trabajo, nuestras instituciones, desde las más elegidas por el deseo hasta las más impuestas por la cultura.
La corriente institucionalista de psicología plantea que toda institución, (y allí podemos englobar no solo los espacios institucionales sino todas nuestras adquisiciones culturales) están en una tensión entre “lo instituyente y lo instituido”.

Es decir que todo lo que en algún momento se establece como espacio “cultural” va a ser a partir de una lucha entre un statu quo y la necesidad de una organización nueva.
Por supuesto que toda revolución puede ser bien recibida o no, pero en sí guarda el germen de un conflicto de origen.

Por ejemplo, sería ingenuo pensar que todos comparten los mismos deseos o ideales de salud o crecimiento.

Freud en sus escritos sociales estudia la cuestión de la construcción de las adquisiciones culturales y las instituciones.

En un trabajo llamado “El malestar en la cultura” trata de iluminar con los conceptos de la clínica esta cuestión.
Él intenta responder a la pregunta de porque si bien la cultura avanza, se refina, se especializa, no hay percepción de que en el mundo y en la cultura haya una disminución del malestar.
Sintetizando algunos conceptos, él observa que toda adquisición de la cultura es en base a una renuncia pulsional (tendencia instintiva), la renuncia de las aspiraciones egoístas crea “lo cultural” a cambio del amparo narcisista que toda cultura nos propone, se crea una ilusión necesaria de amparo para que haya ligadura interna y cohesión cultural.

Pero cuando aparecen en la experiencia cultural los efectos, por ejemplo, del poder utilizado en un sentido de dominación y productor de inequidades y desequilibrios en relación con la cultura, este se torna ambivalente (contradictorio). Allí se manifiesta la ruptura de ese balance y un retorno del malestar, que él lo plantea como ineliminable.

¿No nos pasa acaso cuando en cualquier situación grupal sentimos que tras esfuerzos no equitativos no nos sentimos bien?

Es entonces compleja la relación entre un individuo y la cultura, es decir las instituciones que son objetos de sostén, realización, placer, sufrimiento y frustración.
Intentaremos una aproximación a algunos sufrimientos actuales en nuestros espacios para pensar el problema.

Malestares actuales: desgaste, acoso y equilibristas

Vamos a tomar algunas figuras en torno del malestar laboral actual, como por ejemplo la cuestión ya abordada por otro encuentro de Alianza dictado por Luis Salinas, que fue el tema del burn out que se trataría de algo tipificado en el orden de una enfermedad laboral.
Cito a una nota publicada por el en nuestra página de Alianza:
“… pacientes que en gran medida expresan un estado de agotamiento físico y emocional, desgano, falta de motivación para ir a trabajar, etcétera, y que presentan cuadros de inestabilidad emocional (como depresiones, ansiedad y fobias.

(…)En estos casos se ven claramente las características que suelen atribuirse a las personas sometidas al estrés: un estado de agotamiento físico y emocional, cansancio (a pesar de que el trabajo siga siendo un proyecto atractivo y enriquecedor para la persona), sentimientos de “despersonalización” (sensación de impotencia, indefensión y desesperanza) que se expresan principalmente en todo tipo de actitudes negativas hacia los demás –por ejemplo, la agresión y el maltrato, o la instauración de un problema en el vínculo con quienes se trabaja– y, finalmente, la “falta de realización personal” (se instala cuando la actividad laboral pierde el valor que tenía antes para el individuo, principalmente en aquellos que esperan un mayor reconocimiento de la institución en la cual prestan sus servicios).

Este cuadro se hace presente con mayor gravedad y frecuencia en “personas que trabajan con personas” como los profesionales de la salud o los docentes, o en quienes se desenvuelven en ambientes laborales enfermos –donde hay violencia o maltrato durante un tiempo prolongado–.
Además, la aparición de estos malestares tiene que ver con la sobrecarga laboral sostenida, la escasa participación en la toma de decisiones que afectan el propio desempeño laboral, el incremento arbitrario de las responsabilidades y las exigencias que limitan los tiempos personales con el solo fin de alcanzar objetivos institucionales o empresariales.”

Sintetizando en este fenómeno se dan tres elementos que se conjugan para desarrollar el cuadro: el trabajo con situaciones demandantes, una personalidad con compromiso y vocación y finalmente una institución que no brinda el apoyo necesario para responder a la demanda planteada.

Otro fenómeno actual es el acoso moral, conocido como mobbing.
Si bien tiende a ser un fenómeno que aparenta ser una problemática entre dos individuos, los investigadores señalan su aspecto comunitario.
Tomando como referencia el trabajo “El mobbing en el trabajo. Su problemática” de María del Carmen Vidal Casero podemos definir el problema así:
“La palabra «mob» (del latín «mobile vulgus») ha sido traducida como multitud, turba, muchedumbre y «to mob» como «acosar, atropellar, atacar en masa a alguien.
Varios son los términos que se están utilizando para hacer referencia a estas situaciones.
Se utilizan diferentes expresiones inglesas como mobbing, bossing o salking; y entre las españolas, acoso moral, acoso psicológico, acoso medioambiental o psicosocial, hostigamiento psicológico, psicoterror laboral.
También se ha denominado terror psicológico o medioambiental, violencia horizontal, síndrome del chivo expiatorio, síndrome del rechazo del cuerpo extraño, harassment, síndrome de acoso institucional, etc.
Los más usuales en la investigación han sido «mobbing» y «bullying», de momento, desde una perspectiva europea, el término “acoso moral”, parece ser el que goza de más predicamento.
Este término inglés de acoso, hostigamiento, aplicado al ámbito laboral se utiliza para describir situaciones en las que un sujeto se convierte en blanco o diana del grupo al que pertenece, siendo sometido por éste o por alguno de sus miembros- con la permisividad del resto-, a una persecución que le va a producir importantes trastornos en su salud, tanto física como psíquica, siendo necesario en muchos casos la asistencia médica y psicológica.
El científico Heinz Leymann, de la Universidad de Estocolmo, lo define como “una situación en la que una persona, o varias, ejercen una violencia psicológica extrema, de forma sistemática y recurrente, durante un tiempo prolongado, sobre otra u otras personas en el lugar de trabajo con el fin de destruir sus redes de comunicación, destruir su reputación, perturbar el ejercicio de sus labores y conseguir su desmotivación laboral”.
Leymann en 1990 propuso la siguiente definición en el marco de un Congreso sobre Higiene y Seguridad en el Trabajo: “El mobbing o terror psicológico en el ámbito laboral consiste en la comunicación hostil y sin ética, dirigida de manera sistemática por uno o varios individuos contra otro, que es así arrastrado a una posición de indefensión y desvalimiento, y activamente mantenido en ella…”.
Estas acciones ocurren con alta frecuencia (al menos una vez a la semana) y durante un largo periodo de tiempo (al menos durante seis meses).
Esta definición excluye conflictos temporales y se centra en el momento en que la situación psicológica se traduce en trastornos psiquiátricos. (…)
Como consecuencia de la alta frecuencia y larga duración de estas conductas hostiles, tal maltrato se traduce en un enorme suplicio psicológico, psicosomático y social.
La definición excluye los conflictos temporales y focaliza un punto en el tiempo donde la situación psicológica comienza a traducirse psiquiátrica o psicosomáticamente, en condiciones patógenas.
En otras palabras, la distinción entre “conflicto” y “psicoterror” no se centra en qué se hace, o cómo se hace, sino en la duración de lo que se hace”.
El profesor Miguel Barón Duque agregaría a esto que: “… se caracteriza por el secreto en el comportamiento de quien lo práctica, la capacidad de la víctima para sentirse culpable y la permisibilidad de los testigos”.
Entonces las definiciones sobre acoso moral comparten tres elementos:
1) Se define en términos de su efecto sobre la víctima, no según la intención del agresor o agresora.
2) Debe existir una consecuencia negativa sobre la víctima.
3) El comportamiento agresor debe ser persistente.
A pesar de que habitualmente las definiciones no tienen en cuenta la intención de la persona agresora, éstas existen.
La mayoría de las definiciones coinciden al subrayar las características de continuidad, finalidad (aislamiento-marginación de la víctima), falta de etc.”
Repasemos un poco como se conceptualizan los perfiles.
El acosador suele ser un jefe con cargo de nivel intermedio con un carácter resentido y mediocre contra subordinados, quien les ocasiona largos periodos de baja laboral y enfermedad llegando en algunos casos a la incapacidad permanente, puesto que la finalidad del acosador es que el acosado desaparezca de la organización empresarial.
En el caso de compañeros de trabajo, el conflicto viene dado por la competencia que se puede llegar a sostener con personas que desempeñan las mismas tareas en la empresa.
“Según Iñaqui Piñuel el hostigador suele ser una persona mediocre que persigue, por tanto, a quienes pueden hacerle sombra. Su perfil es el de “un psicópata organizacional” que emplea técnicas de ataque sutiles, manipula el entorno para conseguir aliados entre compañeros de trabajo o su silencio ante esta situación, intenta “trepar” rápidamente para desde esa posición ejercitar mejor su acoso.
Según otros los rasgos más habituales son “la mediocridad, envidia, narcisismo, necesidad de control, oportunismo, falta de transparencias… algunas descripciones sitúan estos rasgos en el ámbito de las psicopatologías (rasgos narcisistas, paranoides y psicopáticos principalmente).
Al decir de GONZÁLEZ RIVERA el acosador sufre de “trastorno por mediocridad inoperante activa”
El mobbing cuenta con la complicidad de los que desean estar a bien con tal “jefe” o “directivo”, y que se suelen mostrar como fieles corresponsales del ánimo punitivo de aquel al que quieren agradar y que se convierten en la pesadilla del que sufre este tipo de persecución inaceptable.
En la gran mayoría de los casos los acosados son personas excepcionales con una gran capacidad de trabajo y sentido de la responsabilidad. Su valía profesional, paradójicamente, es lo que acaba perjudicándoles y poniéndoles en un aprieto.
El mobbing afecta a los trabajadores más brillantes, a aquellos mejor valorados, a los más creativos, a los más cumplidores; en definitiva, a los mejores de entre los recursos humanos de la organización. Su elevado sentido de la ética motiva que en muchos casos renuncien a mantener una postura transigente con las situaciones injustas, propias o del entorno.
También se han destacado otras características como alta cualificación, empatía, popularidad, a la vez que cierta ingenuidad y dependencia afectiva.
González de Rivera clasifica a los sujetos susceptibles de sufrir mobbing en tres categorías:
a) los que denomina envidiables, que son personas brillantes y atractivas, pero consideradas como peligrosas o competitivas por los líderes implícitos del grupo, que se siente cuestionados por ellos;
b) las personas vulnerables son aquellas que, por tener alguna peculiaridad o defecto, o por ser personas habitualmente necesitadas de afecto y aprobación, parecen inofensivos e indefensos, siendo por tanto más fáciles de agredir;
c) Por último, están las personas amenazantes, trabajadores activos y eficaces, que ponen en evidencia lo establecido y predispuestos, permitiéndose el planteamiento de reformas o modificaciones, lo que asusta a los acosadores.”

Sin la intención de desarrollar en profundidad esta problemática mencionemos que para que exista mobbing son necesarios al menos tres factores: un acosador, una víctima y la complicidad de quien asiste a ese maltrato.
Además, incluye dos fenómenos:
a) El abuso de poder y la manipulación perversa por parte del agresor.
b) Una institución incompetente para resolver conflictos.

Otro problema de actualidad tiene que ver con el sufrimiento que impone la tensión trabajo/familia, o sea la búsqueda del equilibrio entre cuidado del trabajo y cuidado de la familia.

Esta problemática es abordada por la sociología en el debate en el que se establecen las nuevas relaciones entre familia, trabajo y estado.
Dicha tensión surgiría tras el cambio cultural propuesto por el ingreso masivo de la mujer al mundo laboral y público combinado con la decadencia del modelo social del varón sustentador exclusivo del hogar.
Plantea la problemática de los cambios en las modalidades familiares y sobre quien recae el trabajo de la crianza y el cuidado de los más pequeños y los más adultos.
Pareciera que se ha dado una revolución social en términos de igualación del compromiso social hacia afuera, pero hay una dinámica de evolución cultural pendiente de cómo compensar estos cambios en términos de la sociedad en su conjunto para que en el cambio la variable de ajuste no sean los más débiles.
En un trabajo de las sociólogas latinoamericanas Juliana Martínez Franzoni y Rosalía Camacho ellas plantean:
“A veces equilibristas, a veces malabaristas, que las mujeres “concilian”, no cabe duda: en las últimas décadas las mujeres latinoamericanas han ingresado masivamente al mercado laboral sin por ello dejar de ocuparse de los requerimientos cotidianos de atención de sus familias. (…)
¿Es posible hoy en día, reconocer avances en este sentido e identificar una “infraestructura” pública de cuidados disponibles en la región?
¿Y por qué infraestructura de cuidados, porque igual que la sociedad necesita de carreteras, puentes y puertos que son el soporte, por ejemplo, de la actividad económica, también requiere de puentes y de carreteras de otro tipo, generalmente menos visibles, que resuelven necesidades tan básicas como la alimentación, la manutención del hogar y la atención a personas en condiciones de mayor dependencia de cuidados como los niños, las niñas, las personas adultas mayores, las enfermas o las que no pueden valerse por sí mismas.”
Esto coincide con otro factor de sufrimiento como me comenta una paciente: “Al final no puedo dejar de sentirme culpable todo el tiempo ya que si soy demasiado responsable en mi trabajo, siento que casi no tengo tiempo para estar con los chicos, tengo mis horarios ajustados, la cuidadora, mi mamá, salgo del trabajo y que no demore de más, o si me llegan a citar del colegio, ¿cómo hago con el hospital?, y lo peor es que cuando llego ellos quieren estar conmigo, jugar que les dé bola y yo necesito descansar un poco…”
En términos de los conflictos empleo/vida, ha sido descripto como “el resultado directo de las incompatibles presiones del empleo y los papeles familiares de un individuo” (Roehling 2003).

Construyendo horizontes

Aquí lo que parece interesante es observar como en los tres problemas planteados hay cuestiones relacionadas con el padecimiento en personas con un alto compromiso en lo que hacen acompañado de un fuerte compromiso vocacional.
Podría pensarse que dicha situación se relaciona con una posición subjetiva que los hace vulnerables o se juegan sólo factores individuales como característica acosado/acosador, pero en todas hay un entorno ya sea grupal, social o institucional que lo sostiene y avala.
En el caso del burn out y el mobbing cierta condición de vulnerabilidad se correlaciona con cierto sentido de compromiso exigencia y responsabilidad de las víctimas.
En el caso del conflicto balance empleo/vida, pareciera ser que esta capacidad que pueda tener el que se compromete con el aspecto” conciliador o equilibrista”, será el que quedara más expuesto a una tensión a veces imposible de resolver.
En la óptica de la desigualdad de género si bien se atribuye la problemática al desfasaje en el cambio cultural del rol de la mujer, lo que realmente está en cuestión es quien se hace cargo de esa capacidad de sostén de la fragilidad. Es decir que le pasa a nuestra cultura sobre el tratamiento de la vulnerabilidad humana.
No es una cuestión menor ya que si analizamos sobre todo nuestras competencias en términos de agentes de salud o educativos, nosotros justamente desarrollamos una sensibilidad especial en términos de vulnerabilidad, fragilidad del otro y desarrollo del otro.
¿No está en riesgo entonces este aspecto fundante de lo humano?
Cabe preguntarse si nuestra vocación en términos de compromiso con el otro vulnerable nos termina condenando.
En cuanto a la complicidad social, ¿se corre el riesgo que nos veamos tentados o empujados al no compromiso?
Siguiendo este recorrido podríamos argumentar que para estar expuestos al trabajo con la vulnerabilidad es necesaria una capacidad de identificación, podríamos decir de empatización con ella. Pero en el mismo sentido que podemos emparentarnos con ella (y para eso habrá que poner en juego ciertas capacidades) podemos quedar atrapados en dicha identificación. El riesgo seria entonces trabajar en función de la vulnerabilidad sin poder “elaborarla”, o sea transformarla. Allí podríamos encontrar una razón evolutiva; identificarse con la posibilidad de pasaje de una mayor a una menor vulnerabilidad sin desentenderse de ella. Entonces podríamos ubicar lo vocacional en esta constancia (del origen al crecimiento) de no terminar trabajando con la vulnerabilidad para desafectarse de ella como si nada tuviera que ver con nuestro origen y desarrollo humano.
Aquí retornamos al problema de cómo el amparo que brinda una adquisición cultural puede terminar transformándose en lo contrario a lo buscado.

Así en términos grupales podemos analizar, si este retorno del malestar es un efecto de lo grupal por nuestra implicación respecto de lo humano. Recordemos que Freud en su trabajo “proyecto de psicología”, plantea que “…el otro termina estando en la base de todo principio moral.” Se refiere a ese encuentro del infamas con el otro cuidador.
En este sentido, ¿podría nuestra posición como agente de salud estar liberando al grupo en su conjunto de su responsabilidad de sostén reparatoria y social?
Rene Kaes psicoanalista grupalista e institucional plantea que en la arquitectura de nuestro psiquismo existen lo que él llama “garantes metapsíquicos o metasociales”, estos no están ni totalmente dentro, ni totalmente afuera de nosotros, o a la vez adentro y afuera de nosotros.
Estos garantes proponen un marco para el funcionamiento mental de los sujetos en comunidad, son organizadores de lo grupal y no suelen hacerse visibles hasta que dejan de funcionar.
Cuando dejan de funcionar surge lo más primitivo de nuestro psiquismo: violencia, angustia, pánico o fragmentación social.
Un ejemplo podría entenderse con la crisis social que se vivió con el amotinamiento de las fuerzas de seguridad en nuestro país en el verano de 2014, de golpe dejaron de cumplir su función de garante y se perdieron las fronteras entre las fuerzas de los cuidadores y los cuidados.
Estos sucesos aparentemente olvidados pareciera que a las pocas semanas brotaron produciéndose las famosas multitudes de vecinos que castigaban violentamente por mano propia a los ladrones que atrapaban en alguna situación.
Ese agrupamiento espontaneo adquiere un funcionamiento tal vez no explicable individualmente por esas personas, pero ante la caída de ciertos garantes aparecen malestares que se tienden a compensarse con manifestaciones grupales que responden a funcionamientos más arcaicos.
Es decir que nuestro compromiso, nuestro deseo de mejorar una comunidad de trabajo, un grupo, una escuela va a verse más fortalecido o más desarticulado según los garantes metapsíquicos que sostiene un grupo o una institución, hay que reconocer si en una institución los que más se esfuerzan se sienten peores es el funcionamiento institucional el que tiende a la perversión, a la degradación.
Hay que entender que la construcción, el funcionamiento, el fortalecimiento de esos garantes, puede llevar a una comunidad a la plenitud, al placer, a la realización, o su carencia a la destrucción, el sofocamiento y el ahogo de sus integrantes.
No es una lucha solamente individual.
Nosotros tal vez naturalizamos nuestra capacidad agrupante y comunitaria, nuestra posibilidad sanadora de lo social la llevamos como ADN, pero no podemos ser ingenuos y descuidarla porque está en tensión con la destructividad no sólo de lo social sino de la estructura y sostén de todo psiquismo.
¿Podemos desarrollar una vocación comprometida con la salud y la educación en términos grupales o sociales que fomente en un grupo su capacidad transformadora del malestar?

Lic. Orlando Moyano